Momento Espírita
Curitiba, 20 de Abril de 2024
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ícone Sin dolor en el corazón

Él era un cardiólogo y escritor exitoso. Pero era una persona desagradable, amargado y enfadado. Eso era tan evidente que, durante un vuelo, la azafata le sugirió que leyera el libro Amor y supervivencia.

Él se quedó avergonzado porque era el autor de aquella obra. La había escrito para los demás y no la había aplicado para sí.

Eso le hizo pensar: ¿Por qué soy un hombre de malos sentimientos? Soy uno de los hombres más importantes de América. ¿Por qué tengo mal humor?

Se dio cuenta que era infeliz porque odiaba a su propio padre. Él no había sido cariñoso, nunca le había dado un abrazo, nunca lo había besado.

Resolvió acabar con eso para poder ser feliz. Telefoneó al padre y le informó que, en la próxima semana, iría a visitarlo. Le dio el número del vuelo, la fecha y la hora de llegada.

Cuando llegó a la ciudad, el padre no estaba en el aeropuerto. El Dr. Dean se quedó contrariado. Tomó un taxi, fue hasta la casa.

El padre estaba sentado en la sala y no se levantó para hablar con él. Su rabia aumentó.

Papá, viajé dos mil kilómetros para hablar contigo.

Debe ser un motivo muy fuerte porque nunca me has visitado.

El hijo se quedó cada vez más irritado y decidió volcar toda su rabia.

He venido aquí para decirte algunas verdades. Tengo mucha pena de ti porque nunca me cuidaste con ternura. Y ahora, aunque lo tengo todo, me siento infeliz y la culpa es tuya.

¿Por qué es mi culpa? - Preguntó el padre.

Porque el padre de los demás es cariñoso y tú nunca lo has sido.

Fue el momento en que el padre ponderó:

Hijo mío, te quiero mucho y te agradezco que honres nuestro nombre. Soy un campesino, trabajo la tierra. Tú eres importante, vuelas en aviones, vas a grandes fiestas. Tu viejo padre sigue trabajando con la azada.

Tú dices que no te abracé, es verdad. Cuando tu madre murió, tenías ocho años y decidí no casarme otra vez para no darte una madrastra.

No sabes lo que fue vivir solo por amor a ti. Trabajé en el campo día y noche para pagarte la universidad. Nunca me has preguntado cómo conseguí el dinero. Renuncié a todas las comodidades para que mi hijo fuera médico.

Te hiciste famoso y nunca te has recordado que tenías un padre viejo y enfermo. ¿Cómo te atreves a venir a mi casa y decirme que no te gusto porque no te di abrazos?

¿Y por qué tú, de niño, no me has abrazado? ¿Por qué no me has besado?

Dr. Dean despertó: aquel hombre extraordinario era su héroe. Él vivía en un pueblo, continuaba trabajando y respetando el cariño del hijo ingrato. Lo abrazó y le pidió perdón.

Nunca lo perdonaré. Fue la respuesta.

¿Y por qué no?

Porque nunca me he ofendido contigo. Como padre, siempre te he amado. Sé que eras muy inteligente, pero no tenías experiencia de la vida, que se adquiere a través del sufrimiento y del trabajo. Tu casa sigue aquí, hijo mío, y tu padre sigue siendo el mismo.

Concluyó el Dr. Dean: Aquel día me liberé del orgullo y del egoísmo. Ahora, todo lo que enseño a los demás, lo hago, porque encontré la razón de la vida.

*   *   *

Muchas veces nos cargamos con penas tontas, amargando nuestra propia vida. Nada mejor que un diálogo franco, abierto, para ajustar los detalles y mejorar las relaciones.

Pensemos en eso.

Redacción del Momento Espírita, con base
en
hechos de la vida del Dr. Dean Ornish.
El 29.7.2021.

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