Momento Espírita
Curitiba, 19 de Abril de 2024
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ícone El bien más precioso

Cuenta el folklore europeo que hace muchos años un joven y una joven apasionados resolvieron casarse.

Casi no tenían dinero, pero a ellos eso no les importaba.

La confianza mutua era la esperanza de un hermoso futuro, desde que estuvieran juntos.

Entonces, marcaron la fecha para unirse en cuerpo y alma.

Sin embargo, antes de la boda,  la chica le hizo un pedido al novio:

- No puedo imaginar que un día podamos separarnos. Pero puede de ser que con el tiempo uno se canse del otro, o que tú te aburras y me mandes de vuelta a casa de mis padres.

- Quiero que tú me prometas que, si algún día sucediera eso, me dejarás que lleve conmigo el bien más precioso que tenga en la ocasión.

El novio se rió, creyendo que era una tontería lo que ella decía, pero la joven no se satisfizo hasta que él plasmó la promesa por escrito y la firmó.

Entonces se casaron.

Decididos a mejorar de vida ambos trabajaron mucho y fueron recompensados.

Cada nuevo éxito los tornaba más determinados a salir de la pobreza, y trabajaban aún más.

Y el tiempo pasó y la pareja prosperó. Conquistaron una situación estable, cada vez más confortable, y finalmente se hicieron ricos.

Se mudaron para una casa muy amplia, conquistaron nuevos amigos y se cercaron de los placeres que brinda la riqueza.

Pero, con su tiempo dedicado totalmente a los negocios y a los compromisos sociales, pensaban más en las cosas que uno en el otro.

Discutían sobre qué comprar, cuánto gastar, cómo aumentar el patrimonio, pero estaban cada vez más distanciados entre sí.

Un cierto día, mientras preparaban una fiesta para amigos importantes, discutieron  sobre una bobada cualquiera y empezaron a levantar la voz, a gritar, y llegaron a las inevitables acusaciones.

- Tú no te importas conmigo, gritó el marido - sólo piensas en ti, en ropas y alhajas.

- Toma lo que creas más precioso, como prometí, y vuelve para la casa de tus padres. No hay más motivo para que continuemos juntos.

La mujer se quedó pálida y lo encaró con un mirar apenado, como si terminara  de descubrir algo que nunca había sospechado.

- Muy bien, le dijo ella en voz queda. Quiero realmente marcharme. Pero quedémonos juntos esta noche para recibir a los amigos que fueron invitados. Él consintió.

La noche llegó. Empezó la fiesta, con todo el lujo y abundancia que la riqueza permitía.

Alta madrugada, el marido se durmió, exhausto. Ella entonces hizo que lo llevasen con cuidado para la casa de sus padres y lo pusieran en la cama.

Cuando él se despertó, a la mañana siguiente, no entendió lo que había sucedido. No sabía donde estaba y cuando se sentó en la cama para mirar a su alrededor, la mujer se le acercó y le dijo con cariño:

- Querido marido, tú me prometiste que si algún día nos separábamos yo podría llevar conmigo el bien más  precioso que tuviera en el momento.

- Pues bien, tú eres y siempre serás mi bien más precioso. Te quiero más que a todo en esta vida, y ni la muerte podrá separarnos.

Se entrelazaron en un abrazo de ternura y volvieron para casa más apasionados que nunca.

***

El egoísmo, muchas veces, nos turba la visión y nos hace ver las cosas de forma desfigurada.

Nos hace olvidar de los verdaderos valores de la vida y buscar cosas que tienen valor relativo y pasajero.

Es importante que en nuestro día a día, hagamos un análisis y coloquemos en la balanza nuestros bienes más preciosos y pasemos a darles el valor que les corresponde.

 

(Basado en la historia “El bien más precioso”, del Libro de las Virtudes, pág. 460.)

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