Momento Espírita
Curitiba, 25 de Abril de 2024
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ícone Cuando la muerte llegue

Es algo de lo que nadie escapa. Rico, intelectual, pobre, ignorante, buenos o malos, todos moriremos algún día.

Paradójicamente, sin embargo, es en lo que, en general, pensamos menos. O ni siquiera queremos pensar.

Sin embargo, deberíamos tener en cuenta que, si caminamos hacia un destino evidente, lo correcto sería prepararnos.

Es como si tuviéramos que hacer un largo viaje, dejando atrás todo lo que tenemos. Ciertamente, nos prepararíamos.

Sin saber exactamente qué clima encontraremos en el lugar adonde nos dirigimos, llevaríamos un equipaje que incluiría ropa para días templados y otras para calor intenso o mucho frío.

Nos preocuparíamos de lo que haríamos al llegar y estableceríamos una planificación.

Entonces, ¿cómo no pensar en el gran e imprescindible viaje que haremos, trasladándonos de este mundo al otro?

Un mundo que es vibrante, donde habrá reencuentros, donde necesitaremos tener un traje especial, para poder movernos en él de forma adecuada.

El vestido nupcial, el mismo que describe el Evangelista en la parábola del banquete de bodas.

Vestido que es tejido, en nuestro día a día, por nuestra forma de pensar, de actuar, de producir para el bien o para el mal.

Quizás nos resulte interesante pensar en una rogativa al buen Dios para cuando llegue ese momento, el del pasaje, el de dejar una realidad para penetrar en otra.

Podría ser algo como esto: Señor, cuando tenga que irme, permíteme estar preparado. Que haya paz en mi conciencia por no haber hecho mal a mi prójimo.

Que yo esté listo, con mi equipaje de buenas acciones en una valija apropiada, sin remordimientos por lo no hecho y no realizado.

Permite que los Espíritus del bien puedan recibirme, auxiliándome en la transposición de la embarcación frágil de la vida terrenal para el barco inmenso de la Espiritualidad.

Quién sabe, Señor, si puedas permitir que los antiguos amores me reciban, llevándome abrazos, flores y sonrisas.

Amores de esta vida, que se fueron antes, dejando un vacío en mi corazón; amores de otras vidas, siempre recordados por el Espíritu inmortal.

Permite, Padre Celestial, que los que permanecen en la Tierra estén tranquilos, que acepten mi partida, con la dignidad de quien tiene plena conciencia de que la jornada terrena es pasajera.

Que piensen en reestructurar sus vidas, sin mi presencia, que sigan en sus días de progreso y luchas.

Y que yo, con el alma pacificada, pueda adentrarme en los umbrales de la Espiritualidad hace tanto tiempo dejada, con ganas de seguir aprendiendo, de trabajar, en cuanto supere el cansancio del viaje terrenal y de eventuales reflejos de trastornos físicos que me hayan tomado los últimos días.

Que yo pueda volver al hogar que dejé allí, retomando tareas suspendidas por un tiempo.

Y que, como Espíritu, tenga la posibilidad de sentirme libre, transitando por tantos lugares que he deseado visitar, en cuanto encarnado.

Deseo conocer paisajes simplemente soñados mientras hojeaba libros o veía documentales.

Conocer lugares espectaculares creados por Tu grandeza, donde cantan las cascadas, vibran las montañas y Te enaltecen los bosques.

En fin, Señor, quédate conmigo en ese momento.

 Redacción del Momento Espírita.
El 12.4.2021.

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