Momento Espírita
Curitiba, 20 de Abril de 2024
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ícone Dios dijo no

En los momentos difíciles, cuando nos acordamos de rogar a Dios, pedirle socorro, ni siempre sabemos interpretar  su respuesta.

Sin embargo, la respuesta siempre llega de acuerdo a nuestras  necesidades y méritos.

Un hombre que solía hacerle pedidos específicos a Dios, un buen día logró entender  su respuesta y escribió lo siguiente:

Le pedí a Dios que me quitara el dolor. Dios dijo no. No cabe a mí quitártelo, sino a ti renunciar a él.

Le pedí a Dios para hacer con que mi hijo deficiente físico fuese perfecto. Dios dijo  no. Su espíritu es perfecto y su cuerpo es apenas provisorio.

Le pedí a Dios que me diera paciencia. Dios dijo no. La paciencia nace en las  aflicciones, no se recibe por donación, sino se conquista.

Le pedí a Dios que me diera felicidad. Dios dijo no. Yo te bendigo. La felicidad depende de ti.

Le pedí a Dios que me protegiera del dolor. Dios dijo no. El sufrimiento te separa de  los placeres del mundo y te acerca mucho más a mí.

Le pedí a Dios que me hiciera crecer en espíritu. Dios dijo no. Tú tienes que crecer solo, pero yo te podaré para puedas dar frutos.

Le pedí a Dios todas las cosas para que me pudiera gustar la vida. Dios dijo no. Yo te doy la vida, para que a ti te puedan gustar todas las cosas.

Y, al fin, cuando le pedí a Dios que me ayudara a amar a los demás, tanto como él me ama. Dios dijo:

-          ¡Finalmente has captado la idea!

 

Si, por ventura, te estás sintiendo triste por no haber oído la respuesta que deseabas recibir del Padre Creador, vuelve a sonreír.

El sol besa el botón de la flor y ella sonríe.

La lluvia besa la tierra y ella, reverdecida, sonríe..

El fuego funde los metales y éstos, depurándose, expresan formas para sonreír.

Se va dolor, vuelve la esperanza.

Huye la tristeza, vuelve la alegría.

*** 

Cierta vez un discípulo le rogó, emocionado, a su maestro:

Señor, ¿cuándo identificaré la plenitud de la paz y de la felicidad, si vivo en este mundo repleto de enfermedades y violencia?

El maestro,  compasivo, le contestó:

Cuando puedas ver con  la suavidad de mi mirar los más graves acontecimientos, sin juzgarlos precipitadamente. Cuando logres oír con la paciencia de mi comprensión generosa. Cuando puedas hablar ayudando, sin acusaciones ni disculpas. Cuando actúes con misericordia, incluso bajo las más arduas penas y continúes sin cansancio en el  camino del bien entre espinas puntiagudas, confiando en los objetivos superiores, te identificarás conmigo y gozarás de felicidad y paz.

El aprendiz escuchó, meditó, se levantó y  partió por el sendero del servicio al prójimo, dispuesto a conjugar el verbo amar, sin cansancio, sin ansiedad y sin recelo.

 

Si, por ventura, te estás sintiendo triste por no haber oído la respuesta que deseabas recibir del Padre Creador, vuelve, por lo tanto a amar y a sonreír.

 

Sólo así se marcha el dolor y vuelve la esperanza.

Huye la tristeza y vuelve la alegría.

 

(Con base en texto recibido por Internet, sin mención al autor y mensaje volante del Espíritu Eros.)

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