Momento Espírita
Curitiba, 24 de Abril de 2024
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ícone Dinero y valores

El dinero es, sin duda, un factor importante en nuestras vidas. Soluciona muchas situaciones, sin embargo, ni siempre permite comprar lo que, en determinadas circunstancias, constituye nuestro más profundo deseo.

Podemos comprar una casa confortable, por ejemplo, pero no un hogar dichoso.

Podemos comprar libros excelentes, pero no el conocimiento.

Adquirir las medicinas más eficientes, pero no podemos comprar la salud.

Compramos un lugar de destaque entre los hombres, pero no el verdadero afecto.

Con el dinero podemos pagar diversiones sofisticadas, pero no compramos la felicidad real.

Podemos contratar renombrados abogados, pero si somos culpables, no compraremos la exención de la culpa.

Con el dinero podemos sojuzgar personas, pero no compramos el respeto y la admiración.

El dinero puede pagar los mejores colegios para nuestros hijos, pero no nos exenta de la educación informal.

Podemos comprar camas confortables con sábanas lujosas, pero no logramos comprar el sueño.

Compramos alimentación requintada, pero el apetito no está a la venta.

En fin, podemos adquirir un lugar de destaque en un cementerio de lujo, pero no la paz de consciencia en el más allá.

Como podemos darnos cuenta el dinero es necesario, pero tiene un valor relativo y transitorio.

¿Cuál es el valor real del dinero? No se sabe, porque en cada país tiene un valor diferente.

Pensando así, el buen sentido nos dice que no debemos invertir el tiempo solamente para hacer dinero, pues corremos el riesgo de tener las manos vacías en los momentos más difíciles.

Vale la pena invertir un poco de nuestro tiempo en la conquista de valores imperecederos que, como decía Jesús, ni la polilla se los come, ni la herrumbre los corroe. Y diríamos más: no hay medida económica que los desvalorice.

Esos valores son nuestra cuota de participación efectiva en la construcción de un hogar armonioso.

La lectura noble e instructiva que nos garantice la libertad intelectual.

La adquisición de la honestidad y de la fidelidad que nos permitan conquistar afectos verdaderos.

El desarrollo de una moral adecuada que nos garantice, al mismo tiempo, salud física y paz de conciencia.

En fin, un vivir digno que nos posibilite la entrada en la otra Esfera de la Vida como hombres de bien, y no como mendigos morales. 

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El hombre vale por su expresión de sentimiento y de conciencia. Y es dentro de esos valores profundos que precisamos vivir, para la consecución de las finalidades más elevadas y más puras.

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