Momento Espírita
Curitiba, 29 de Abril de 2024
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ícone Cuidados con la divulgación

El padre de familia llegó a su casa tras un día de trabajo y encontró la mesa para la cena, ya puesta a su espera.

Cuando todos los familiares tomaron sus lugares para compartir de ese momento que debería ser de tranquilidad, el padre empezó a contar sobre un incendio criminal ocurrido en la ciudad.

Se refirió a la astucia del malhechor que lo provocó.

Explicó, con detalles mínimos, todos los pasos del criminal para alcanzar su objetivo. Describió escenas emocionantes.

Contaba todo gesticulando como si estuviera haciendo la reconstitución de la escena.

Enumeró todos los materiales que había usado para provocar el incendio.

Después que terminó de comer, se alejó en compañía de su esposa, para sus actividades de costumbre en el templo religioso.

Mientras tanto, no había pasado ni una hora cuando le llamaron  para que volviera rápidamente a su hogar.

Al regresar, pudo ver a lo lejos, que su casa estaba en llamas.

Las llamaradas consumían con voracidad el hogar que hasta hace poco tiempo abrigaba a la tranquila familia.

Inmediatamente el jefe de familia empezó a injuriar y maldecir, contra todo y contra todos, intentando encontrar un responsable por la desgracia.

Pensaba, para sí, que eso sólo podría ser obra de un loco.

En pocos minutos varios pensamientos pasaron por su mente a la búsqueda de algo que justificase aquel ataque misterioso.

No tenía enemigos declarados. No recordaba deberle nada a nadie.     

Al fin, admitió que el incendio sólo podría ser fruto de un accidente. Sí, tendría que ser un mero accidente.

Preocupado con los hijos, buscó inmediatamente entre el humo y los encontró protegidos debajo de uno de las árboles del jardín.

Notó, sin embargo, que su hijo de ocho años se escondía detrás de los demás, temiendo una punición.

Se acercó, y se enteró que había sido el propio hijo que le había prendido fuego a la casa, copiando todos los pormenores de la descripción del incendio criminal hecha por el padre.

***

No nos olvidemos nunca de la cautela que debemos tener en nuestros comentarios sobre acontecimientos menos felices.

Quien alimenta conversaciones inconvenientes, puede estar colaborando con la divulgación  del mal dentro del propio hogar.

Debemos considerar que el mal no merece comentarios en ningún momento, a menos que sea para ser corregido. 

¡Piense en ello! 

Cuando usted quiera que una noticia o idea sea olvidada, no la comente.

Fue combatiendo a las doctrinas e ideas consideradas maléficas que la humanidad las popularizó y convirtió en conocidas.

Así, la mejor manera de combatir el mal es olvidarlo totalmente.

¡Piense en eso!

 

(Cap. 44 del libro  “Bienaventurados los sencillos”.)

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