Momento Espírita
Curitiba, 20 de Abril de 2024
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ícone Fechas importantes

Es común entre personas excesivamente ocupadas, olvidar fechas importantes de sus vidas.

Quien elige como prioridad máxima su trabajo profesional, el voluntariado o cualquier actividad a que se dedique, tiende a olvidarse del cumpleaños de su cónyuge, de los hijos, del aniversario de boda, etc.

Para quien convive con tales personas y aguarda con ansiedad sus saludos, una sorpresa, quizás un mimo, una flor, es decepcionante.

A veces, el día que debería revestirse de alegría y felicidad, se convierte en una tragedia íntima, no siempre exteriorizada.

Con el tiempo, eso va corroyendo la relación matrimonial, filial, de amistad, porque parece desatención o indiferencia con las fechas importantes.

Cuando se trata de los niños, que esperan algo especial en su día de cumpleaños, dependiendo de su estructura emocional, es difícil aquilatar los efectos dañinos.

Algunos se preguntan: ¿es tan importante celebrar?

Si consideramos que el hecho de encontrarnos reencarnados en este planeta tiene que ver con nuestro crecimiento espiritual, con nuestro progreso, es extremadamente importante celebrar el día en que abrimos los ojos en la carne.

Tan importante es, de hecho, que los bienhechores espirituales nos informan que en esas fechas, ellos mismos, los responsables de nuestra guarda por determinación Divina, celebran con nosotros.

Fue, con emoción, que leímos la experiencia de Viktor Frankl, en su segunda noche en el campo de concentración de Auschwitz.

Él fue despertado de su profundo sueño de agotamiento por una música. El jefe del bloque celebraba algo en su compartimento, junto a la entrada del barracón en el que se encontraba detenido el Dr. Frankl.

Voces ebrias gritaban canciones populares. Era un alboroto casi incómodo, incluso para un prisionero que había sido trasladado a uno de los peores campos de concentración activos en la Segunda Guerra Mundial.

De repente, sin embargo, se hizo el silencio. Entonces, un violín comenzó a llorar una canción de infinita tristeza. Una música raramente tocada y que aún no cansaba de tanto oírla...

Lloraba el violín y, en su interior, lloraba el psiquiatra prisionero. Es que, en ese día, alguien cumplía veinticuatro años.

Y ese alguien estaba acostado en algún barracón del campo de Auschwitz, distante sólo unos pocos cientos o miles de metros de distancia de allí.

De hecho, no importaba la distancia. Estaba fuera de su alcance.

Ese alguien era su esposa. Y él no podía abrazarla ni besarla, ni tenerla junto al corazón que la amaba, al menos por algunos segundos y susurrarle al oído: ¡Feliz cumpleaños!

Él jamás volvió a verla. Ella murió en el campo de concentración.

*   *   *

Si un día la vida establece distancia entre nosotros y nuestros seres amados, es posible que recordemos, entre dolores amargos, los momentos que no fueron disfrutados.

Aquellos en que podríamos haber abrazado más, besado más, manifestado nuestro amor...

Por eso, aprovechemos las horas que nos son ofrecidas junto a los afectos. Son irreemplazables.

Y acordémonos de celebrar todos los días la ventura de disfrutar de su presencia.

Pensemos en eso: para la celebración del amor, de hecho, no hay día.

Redacción del Momento Espírita, con hecho  extraído del capítulo Humor no campo
 de  concentração, del libro Em busca de sentido, de Viktor E. Frankl, ed. Vozes.
En 14.7.2016.

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