Momento Espírita
Curitiba, 18 de Abril de 2024
busca   
no título  |  no texto   
ícone Hablando de semillas

Se cuenta que, una vez, un cuervo recogió una nuez y la llevó a la cima de un campanario, una torre de campanas.

Sujetándola con sus patas, empezó a picotearla para abrirla. Pero, súbitamente, la nuez rodó hacia abajo y desapareció en una grieta del muro.

Percibiendo que estaba libre del pico del cuervo, ella suplicó:

¡Muro, mi buen muro, por el amor de Dios que fue tan bueno para ti, haciéndote alto y fuerte, y enriqueciéndote con esas hermosas campanas de sonido tan bello, sálvame, ten piedad de mí!

Mi destino era caer entre las ramas viejas de mi padre, permanecer en el rico suelo cubierto de hojas amarillas. ¡Por favor, no me abandones!

Cuando yo estaba siendo atacada por el terrible pico de aquel cuervo feroz, hice un voto. Prometí que si Dios me permitía escapar, yo  pasaría el resto de mi vida en una grietita...

Las campanas, en un murmullo dulce, advirtieron al campanario que tuviera cuidado porque la nuez podría ser peligrosa. Al final, era un cuerpo extraño en su intimidad.

Sin embargo, el muro decidió acogerla, dejándola quedarse donde había caído.

Pasó el tiempo y la nuez comenzó a abrirse, después extendió sus raíces en las grietas de la piedra.

En poco tiempo, las raíces se abrieron paso a través de los bloques de piedra y surgieron ramas que salían de la grieta.

Las ramas crecieron, se hicieron más fuertes y se extendieron hacia lo alto, por encima de la parte superior de la torre. Las raíces, gruesas y enredadas, comenzaron a hacer agujeros en los muros, empujando hacia afuera todas las antiguas piedras.

El muro percibió, demasiado tarde, que la humildad de la nuez y su voto para permanecer oculta en una grieta no eran sinceros. Y se arrepintió de no haber prestado oído a las campanas.

El nogal siguió creciendo y el muro, el pobre muro, se desmoronó y se derrumbó.

*   *   *

En nuestra vida, a veces aparecen algunas semillas que actúan exactamente como la nuez.

Parecen pequeñas e inofensivas. Sin embargo,  producen grandes daños.

Hablamos de la semilla del cotilleo, que instala la discordia y puede causar el desmoronamiento de una amistad.

En el caso de la semilla del mal humor, extenderá las raíces de la rabia y las ramas de la irritación, que caminan del brazo de la violencia.

Los celos son una pequeña semilla que, si es alimentada por la desconfianza, regada por la inseguridad y calentada por el orgullo impulsivo, hace colapsar toda una familia.

Sin embargo, si aceptamos en la intimidad de nuestros corazones la semilla de la tolerancia, veremos crecer el árbol de la armonía, que hará que se derrumben los muros de las separaciones afectivas.

Si acogemos la semilla del espíritu de cooperación hacia el prójimo, ésta dará vida al frondoso árbol de la fraternidad, pudiendo abrigar bajo su sombra a los que caminan bajo el sol de las necesidades variadas.

Si permitimos que la selecta semilla del amor entre en nuestro corazón, por pequeña que sea la grieta de buena voluntad, ella generará un tronco tan fuerte y ramas tan altas que tocarán el cielo, permitiendo que los ángeles de la concordia, de la unión fraterna, de la paz, puedan bajar por sus ramas y, a través de cada uno de nosotros, puedan servir al prójimo en el nombre de Dios.

Hay semillas y semillas. Nuestro corazón es uno solo. Corresponde a cada uno de nosotros seleccionar la semilla que deseamos permitir que se convierta en árbol frondoso.

Pensemos en eso y tomemos la opción correcta.

Redacción del Momento Espírita, con base en el
capítulo
A noz e o campanário, del libro Fábulas,
de Leonardo da Vinci, ed.
Melhoramentos.
En 17.6.2016.

© Copyright - Momento Espírita - 2024 - Todos os direitos reservados - No ar desde 28/03/1998