Momento Espírita
Curitiba, 18 de Abril de 2024
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ícone Carta de adiós

El joven de diecinueve años, internado en un hospital de una gran capital de nuestro país, esperaba la muerte, en su lecho de dolor.

Instalado en una enfermería, junto a otros enfermos, tan graves como él, miró hacia los lados y se sintió terriblemente solo.

Los familiares vendrían a visitarlo, un poco más tarde. Pero él pensaba que quizás no llegaran a tiempo de encontrarlo con los ojos abiertos para este mundo.

Estiró el brazo hasta la mesilla a su lado, tomó un trozo de papel, un lápiz y con mucho esfuerzo, escribió:

Papá, siento mucho. Siento mucho de verdad, pero ha llegado el momento que sepas la verdad que nunca siquiera has imaginado. Voy a ser breve, claro y bastante objetivo.

Conocí a mi asesino a los 15 ó 16 años. ¡Es horrible, no es verdad papá? ¿Sabes cómo nos conocimos? A través de un individuo elegante, bien vestido y que hablaba muy bien. Él nos presentó.

Al principio, intenté rechazar lo que me era ofrecido. Pese a ello, el individuo puso en duda mi virilidad. Dijo que yo no era hombre. No es necesario que se diga más, ¿verdad, papá?

Entré al mundo del tóxico, mi asesino.

Al principio no pasaba bien. Después venía el devaneo y a continuación, la oscuridad. Nada hacía si el tóxico no estaba presente. En seguida me sentía con falta de aire, tenía miedo, alucinaciones. Pero, en seguida, la euforia del momento máximo.

Yo me sentía más gente que los demás. Mi amigo inseparable, el tóxico, sonreía. Sonreía...

Sabes, papá, cuando uno empieza todo parece ridículo y muy gracioso. Incluso Dios me parecía ridículo. Pero hoy, postrado en una cama de hospital, reconozco que Dios es lo más importante de todo en el mundo. Tengo la seguridad de que, sin su ayuda, yo no tendría fuerzas para escribir esta carta.

Papá, tengo solamente 19 años. Sé que no tengo la más mínima posibilidad de sobrevivir. Es muy tarde para mí. No obstante, quiero hacerte un último pedido.

Dile a todos los jóvenes que tú sabes lo que me sucedió. Diles que en cada puerta de escuela, en cada curso de facultad, en cualquier lugar hay siempre alguien que podrá mostrarles  su futuro asesino y el destruidor de sus vidas: el tóxico.

Por favor, papá, haz eso, antes que sea muy tarde para ellos.

Perdóname por el sufrimiento que te causo. Perdóname por los sufrimientos que causo con mis locuras. Incluso yo, ya he sufrido por demás.

Adiós, papá.  

Terminó de escribir la carta, con dificultad la puso sobre la mesilla. Intentó respirar, pero no lo logró. El lápiz se le cayó de la mano. Inclinó la cabeza hacia el lado y murió.

*** 

Ser feliz es una opción. La vida se renueva a cada momento.

Nadie está destinado al sufrimiento. Él es sencillamente el resultado de la acción negativa. No su causa.

Es importante que el ser esté involucrado con el programa divino y tome conciencia  que es el señor de su destino.

Quienes se deprecian y se desmerecen, y se entregan a la desidia, trazan para sí el camino de la infelicidad.

Como padres y educadores, cerquemos a nuestros jóvenes, a nuestros niños con el algodón del afecto, la gasa protectora de la educación y el terciopelo insustituible de la creencia en Dios, que alimenta las vidas y las enriquece.

 

(Carta de Adiós de un joven de 19 años, autor desconocido)

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