Momento Espírita
Curitiba, 28 de Março de 2024
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Heroína – sustantivo. Femenino de héroe. Quiere decir: persona extraordinaria por sus hechos guerreros, su valor o su magnanimidad.

Brasil tiene sus heroínas. Algunas que se destacaron por su coraje para perseguir sus propios sueños, venciendo en un mundo de hombres.

Otras guerreras, como Anita Garibaldi del Estado de Santa Catarina, que vivió en el siglo XIX. Durante la Revolución Farroupilha, en el entonces Estado de San Pedro de Rio Grande do Sul, se unió a Giuseppe Garibaldi, que la introdujo en la revolución.

Luchó en Brasil. Después, luchó por la unificación y liberación de Italia, muriendo antes de completar 30 años.

O como María Quiteria Medeiros que, en las luchas por la Independencia de Brasil, nuestro país, vistió el uniforme de soldado y se alistó con un nombre masculino.

Días después, cuando fue encontrada por su padre, el oficial no permitió que ella volviera con él de regreso a casa.

Ella era un soldado de valor y un ejemplo de valentía. Llegó a ser ascendida a alférez.

Cuando finalmente fue dispensada, recibió una carta de recomendación del propio Emperador, a fin de que no sufriera ninguna sanción por parte del padre.

Mujeres. Heroínas. Como Zilda Arns, promotora de la paz. Medica pediatra y sanitarista, fundadora de la Pastoral del Niño y de los Ancianos.

Una idea generadora movía su acción, copiada de la práctica de Jesús: multiplicar.

No panes y peces, como Él lo hizo, sino multiplicar el saber, la solidaridad y los esfuerzos.

Multiplicar el saber repasando a las personas sencillas los rudimentos de higiene, el cuidado por el agua, la alimentación adecuada.

Multiplicar la solidaridad que, para ser universal, debe alcanzar a las personas que viven en los rincones donde nadie va. Intentar salvar al niño desnutrido, casi agonizante.

Multiplicar los esfuerzos involucrando a las políticas públicas, las ONGs, los grupos de base, las empresas. En fin, todos aquellos que colocan la vida y el amor por encima del lucro y de la ventaja.

Pero, antes de todo, multiplicar la buena voluntad generosa.

Y la gran promotora de todo eso fue Zilda Arns. Murió lejos de su país, al que tanto sirvió.

Murió amando a sus hermanos, en el terremoto de Haití del 13 de enero de 2010, en Puerto Príncipe.

Había ido allí para servir a los hermanos más lejanos. Jesús decidió llamarla a Su reino.

Heroínas. ¿Cuántas más podríamos enumerar?

Pero deseamos recordar las más anónimas y olvidadas. Las que dan a luz a muchos hijos.

Y los sustentan. Mujeres que salen de sus hogares cuando la madrugada las saluda, para enfrentar una larga jornada de trabajo.

Cultivadoras de caña de azúcar, asistentas de hogar, auxiliares, ejecutivas. Mujeres con las manos callosas. Mujeres muy elegantes.

Esposas y madres que, después de enfrentar horas de trabajo remunerado, aún tienen tiempo para amar.

Tienen tiempo para ser madres, esposas, hijas, hermanas.

Mujeres que alimentan bocas hambrientas, que cambian pañales, que enseñan los valores reales de la vida.

Heroínas. Anónimas. Silenciosas, perseverantes.

Promotoras de la paz, de la vida, del progreso.

Heroínas.

Redacción del Momento Espírita, basado en los datos
biográficos de Anita  Garibaldi, Maria Quitéria y Zilda Arns.
En 28.3.2016.

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