Momento Espírita
Curitiba, 23 de Abril de 2024
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ícone Señor de los mundos

Señor de los mundos, Creador de las estrellas.

Artista inigualable, que idealizó el Universo como el escenario más excepcional, disponiendo soles coloridos en toda su extensión, para que Su Creación quedase  ampliamente iluminada.

Su primera orden fue: Hágase la luz. Y se hizo la luz.

Se encendieron focos en todas las bandas de un Universo sin fin. Y en ese escenario deslumbrante, Él continuó creando.

Pensó en todos los detalles. Algunos de ellos, los seres que creó aún no los han descubierto totalmente, porque Él deseó que toda Su obra fuese amada, que ellos aprendiesen a descubrir la belleza por sí mismos.

Y para eso sería necesario crecer en inteligencia y sentimiento. Que desarrollasen el arte de la observación, de escudriñar los detalles, de leer entre líneas una Creación compleja y grandiosa.

Creador increado deseó compartir Su poder; entonces, depositó una chispa de Su propia esencia en cada uno de Sus hijos, confiriéndoles la posibilidad de ser cocreadores con Él.

Inigualable en todos los conceptos, no se cansa de engendrar nuevos colores, matices diversos para engalanar el infinito.

Y cuanto más el hombre se perfecciona, estudia y alcanza ciertas dimensiones, levantando la punta del velo de la ciencia, de la observación, del arte, se da cuenta de que el infinito lo espera, que son infinitas las formas de vida, las bellezas de la Creación.

Porque el Creador es incansable en todas Sus potencias.

Cada minuto, cada hora, se extiende el Universo más allá de fronteras inimaginables. Surgen nuevos mundos, galaxias, sistemas solares, incesantemente.

Señor de toda la Creación. Podría haber idealizado que los seres Lo venerasen en  continua y perpetua adoración.

A Él pertenecieron y pertenecen todas las leyes. Podría haber establecido normas que exigiesen la sumisión de todos los seres. Sin embargo,  prefirió el dulce nombre de Padre.

Así, nos creó Espíritus inmortales, alimentados por Su propio aliento de eternidad.

Nos ha dado la capacidad de amar, semejante a la de Él mismo. Y cuando descubrimos eso, escribimos en los versos iniciales del primer libro bíblico que Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza.

Semejanza en Su capacidad de crear, semejanza en el arte de amar, semejanza en el propio existir, que jamás se extingue.

Señor de las estrellas. Señor de la Vida. En Su sabiduría omnipotente, estableció leyes que nadie puede eludir, absolutas, únicas, impecables.

 Es por eso que los mundos cantan Su gloria, perennemente, mientras bailan en sus propias órbitas, moviéndose a través del espacio, viajando sin cesar en un Universo que no tiene fin. Similar a su Creador. Sin fin.

Sabiduría excelsa. Creados por amor. Creados para amar. Cocreadores con Él.

*    *    *

Cuando el manto aterciopelado de la noche cuajada de estrellas se extienda, al mirar el cielo alabemos la grandeza de Dios Creador.

Contemplando los muchos soles que nos esperan en el Infinito, agradezcamos al Padre de bondad por nuestra existencia y digamos:

Luego habremos de alcanzarlos. Estamos en camino. La Inmortalidad es nuestro destino.

Redacción del Momento Espírita.
En 9.2.2016.

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