Momento Espírita
Curitiba, 23 de Abril de 2024
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ícone Cuando nos casamos

Cuando nos casamos, comenzamos a edificar un templo sagrado en el mundo.

Ese templo necesita ser edificado sobre dos columnas, guardando entre sí una distancia segura, la distancia del amor que acoge y la distancia del amor que libera.

Sabemos muy bien que si los pilares estuvieran muy cerca, casi deseando ocupar el mismo espacio, el templo se desequilibraría sobre ellos. Además, si la distancia fuera demasiada, el edificio se partiría en el medio.

Cuando nos casamos llamamos ese templo de familia. Las columnas son los compañeros de jornada que sustentan esa edificación monumental.

Sabemos que, si uno de ellos se descuida demasiado, dejará todo el peso de la sustentación al otro, sobrecargándolo. Colocamos en riesgo los pilares, que se fragilizan cuando no se sienten debidamente amparados entre sí.

Y los hijos vienen a habitar el templo. Cuánta responsabilidad... Pero también, ¡cuánta alegría! ¡Y qué hermoso quedó nuestro edificio! ¡Tiene tantos colores que no tenía antes!

Cuando el amor se divide se hace más grande. No nos quedamos con menos amor en nuestro stock, al tener que dividirlo entre el cónyuge, el hijo, la hija. Nuestro amor crece, madura, se modifica.

Cuando nos casamos somos invitados a ser menos egoístas, y tal vez ahí esté una de las grandes funciones del matrimonio: el combate al egoísmo avasallador, que todavía nos trae tantos problemas.

Antes era yo; mis cosas; mi dinero; mi voluntad. Ahora, en un matrimonio el nosotros gana fuerza: nuestras cosas; nuestro dinero; tu voluntad y mi voluntad, y aprendemos a ceder, a compartir, para poder vivir en armonía.

Es un laboratorio intenso, diario, desafiador. Muchos no lo soportan y desisten demasiado pronto, antes de intentar un poco más. Algunos piensan que todavía pueden tener el mismo estilo de vida que llevaban mientras eran solteros - no quieren madurar.

Sin embargo, solo podemos ganar. La compañía de un amor que está allí a nuestro lado todos los días y después, de los que llamamos nuestros hijos, es lo más hermoso que se pueda imaginar y vivir.

No es de extrañar que el matrimonio, la unión permanente de dos seres, signifique un adelanto en la evolución de la Humanidad, ya que representa el Espíritu aproximándose a la ley del amor, una ley Divina.

De la misma manera que la monogamia es una conquista preciosa de la Humanidad, también serán conquistas la fidelidad, el respeto, el compañerismo, cuando todas las parejas puedan vivir de esa manera.

Cuando nos casamos, pero cuando nos casamos de verdad, en la intimidad del corazón y no sólo en la superficie de las convenciones del mundo, nos acercamos al amaos los unos a los otros propuesto por el Maestro.

*   *   *

El momento del es inolvidable. Sin embargo, el necesita ser dicho y vivido varias veces durante muchos y muchos años, y no sólo en aquella celebración feliz del pasado de los dos.

Decir todos los días, es aceptar al otro con sus dificultades, con sus desafíos, buscando construir allí el templo más hermoso posible.

En una pareja madura cada uno busca ser el mejor compañero posible para el otro. Disminuyen las expectativas y aumenta la entrega. Disminuye la imposición y aumenta la comprensión.

Sí, yo te acepto como mi compañero, como mi compañera, tal como eres y juntos vamos a crecer hacia la perfección.

Redacción del Momento Espírita.
En 1.2.2016.

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