Momento Espírita
Curitiba, 26 de Abril de 2024
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Cuando el mensajero celestial anunció la Buena Nueva a los pastores en el campo, así se expresó: He aquí que os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo.

Nació en la ciudad de David el Salvador, que es el Cristo Señor.

Y, ante el asombro de los oyentes que, seguramente, deberían estar preguntándose  dónde exactamente estaría el niño, como lo reconocerían, concluyó:

Y he aquí lo que os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

Los magos, por su parte, vieron surgir la estrella y la siguieron, hasta adentrarse en la ciudad y, como señala el Evangelista Mateo, al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y, postrándose, Lo adoraron.

En los tiempos primeros, los seguidores de Jesús se identificaban entre sí, dibujando en el suelo, en la piedra, la figura de un pez.

Más tarde, el símbolo de la cruz pasó a identificar a los seguidores de Cristo. Ellos la llevaban en el cuello, en la cintura, o entre sus pertenencias.

Cuando el gran Gamaliel, rabino de Israel, fue visitado por Saulo de Tarso, después de su visión radiante de Cristo en el camino de Damasco, le entregó los escritos originales de Mateo.

La preciosidad le fue regalada por el apóstol Pedro, cuando visitó la Casa del Camino, en Jerusalén.

Para Gamaliel, esos originales serían el pasaporte para la entrada de Saulo en la Casa del Camino, en el futuro. Es decir, al verlos, Pedro reconocería que Gamaliel creía en la conversión de Saulo a las filas de Jesús.

En todos los tiempos las casas reales y las dinastías establecieron los símbolos que los habrían de identificar.

La flor de lis representó la realeza francesa. Estilizada, fue utilizada como símbolo del Priorato de Sion, sociedad que se remonta al año mil noventa y nueve.

* * *

Cuando el Maestro Jesús profiere sus exhortaciones a los Apóstoles, así se expresa: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros, y que, así como yo os he amado, también os améis los unos a los otros.

En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos a los otros.

He aquí la seña por la cual los seguidores de Jesús deben ser reconocidos, en todos los tiempos. Ni por la soberbia, ni por el orgullo, ni por expresarse de manera extraordinaria, ni por dominar de memoria todos los textos de la Buena Nueva.

Solamente por el amor. Y, como dice el Espíritu Lázaro en El Evangelio según el Espiritismo: cuando Jesús pronunció la palabra divina - amor, los pueblos se sobresaltaron y los mártires, ebrios de esperanza, descendieron al circo.

A través de los tiempos, muchos de nosotros que nos decíamos cristianos, nos servimos del poder para subyugar a otros hermanos, simplemente por no comulgar con nuestros mismos ideales.

Es tiempo de revisar nuestra conducta y de profundizar reflexiones sobre el pensamiento de Cristo: Mis discípulos serán conocidos por lo mucho que se amen.

Sea esa nuestra señal. Sea esa nuestra seña en todas las circunstancias: el amor.

Teniendo a Jesús como modelo del amor, ejercitemos nuestra capacidad de querernos bien.

Mostremos al mundo que somos discípulos del Señor de las estrellas, que nuestra seña de luz es el amor.

Redacción del Momento Espírita, basada en el Evangelio de Mateo, cap. 2, vers. 11;
en el
Evangelio de Lucas, cap. 2, vers. 10 a 12; en el Evangelio de Juan, cap. 13, vers. 34 y 35
y en el cap. XI, ítem 8 del
Evangelio según el Espiritismo, de Allan Kardec, ed. FEB.
En 14.9.2014.

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