Momento Espírita
Curitiba, 25 de Abril de 2024
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ícone Quien ofrece flores

Quien ofrece flores está siempre perfumado.

La frase es una de las muchas adaptaciones ya sufridas por un posible proverbio chino antiguo.

En otra versión, se lee que un poco de perfume siempre se queda en las manos de quien ofrece flores.

En la esencia de esa idea está la enseñanza de que somos nosotros los mayores beneficiados de una buena acción practicada, de una donación, de un gesto de cariño.

Quien recibe las flores podrá perfumarse o no, encantarse o no, ser agradecido o dar poca importancia.

Sin embargo, quien ofrece el ramo ya está perfumado.

No tenemos control sobre la reacción del otro. No sabemos si irá a aprovecharlo bien, si sabrá dar el verdadero valor a aquello que hicimos o dijimos.

Pero al tomar la decisión de coger las rosas ya estamos empapándonos de su esencia delicada y hermosa.

Después, transportándolas y permaneciendo en su compañía por un tiempo, obsequiamos a nuestros propios ojos y pensamientos imágenes floridas.

A veces nos preocupamos demasiado por cómo el otro irá a reaccionar, si sabrá valorar, si sabrá agradecer y terminamos intranquilizando el alma.

El alma de quien ofrece flores no necesita angustiarse, ya que está sumergida en el bien, inundada de amor, del verdadero amor, aquel que no espera retorno ni reconocimiento.

Por supuesto que siempre anhelamos la sonrisa en el rostro de aquel que recibió nuestro regalo, como si fuese la confirmación de la nobleza de nuestra acción.

Sin embargo, la mayor confirmación está en nuestra conciencia, que siempre nos advierte, que siempre nos indica cuando estamos en el camino de los sentimientos nobles.

Ahí está un poco del perfume que permanece en nuestras manos.

Siempre ganamos cuando nos entregamos, cuando nos preocupamos por el otro. Esa es una de las grandes bendiciones de la caridad - ella nos llena.

Igualmente, si pensamos en el lado negativo, en las acciones maléficas, imaginamos manos llenas de barro, listas para lanzar al otro.

Quien arroja barro ya está impregnado de él. Es el primero que se ensucia y se perjudica y aun cuando lo tire lejos mirando algo o a alguien, siempre se quedará con las manos embarradas.

Eso nos lleva a entender que siempre tenemos opción: estar con las manos perfumadas o llenas de barro.

*   *   *

Te ofrezco las flores de mi alma,

Cogidas aquí y allí en los campos que recorrí,

En las vidas que viví durante este tiempo en que ya soy yo.

Te ofrezco mis sonrisas y mi arte,

El arte de mezclar las palabras multicolores, como flores, haciendo un jardín,

Te ofrezco mi tiempo más precioso, porque el tiempo que pasamos juntos es mucho mayor que aquel que se pasa solo,

Te ofrezco compañía, no de quien piensa igual, sino de quien piensa a tu lado, oye, respeta y entiende otros tipos de pensamientos.

Te ofrezco lo mejor que hay en mí... Y lo más curioso es que no me vacío. No, al hacer eso, me siento aún más grande.

 

Redacción  del Momento Espírita.
En 4.9.2014.

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