Momento Espírita
Curitiba, 25 de Abril de 2024
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ícone La casa sobre la roca

El denominado Sermón de la Montaña de Jesús es la mayor declaración de amor que la Humanidad ha recibido a lo largo de las eras.

El contenido, la forma, la estructura de la Carta Magna del bien son perfectos, completos.

Mahatma Gandhi, el hombre-paz, tuvo el coraje de decir que si se perdieran todos los textos sagrados de la Humanidad y sólo se salvara el Sermón de la Montaña, nada estaría perdido.

Sabia observación pues, realmente, allí está la más segura guía de conducta de que se tiene noticia.

No sólo por las nueve bienaventuranzas que cantan esperanza, mostrando un futuro feliz para los corazones sedientos de orientación y consuelo, sino también por su posición frente a la ley antigua, mostrando que ella tuvo su tiempo, su validez; sin embargo, necesitaba de reformas, de mejorías. Necesitaba dar el próximo paso.

Son muchas orientaciones, algunas suaves, otras enérgicas.

Es en el Sermón de la Montaña que Jesús habla que no se puede esconder una ciudad asentada sobre la montaña, instándonos a que hagamos brillar la luz interior que todos tenemos.

Es allí que habla del amor a los enemigos, nunca pensado, nunca antes considerado por alguien. Una propuesta revolucionaria y de inigualable belleza por los matices intrínsecos.

Fue desde lo alto de aquella montaña que nos enseñó a orar, recomendando que primero  la oración fuese realizada en nuestra habitación interior.

Después, orientándonos para evitar la verborrea excesiva, haciendo que el acto de hablar con Dios sea una conversación amiga, desprovista de rituales o pompa.

Finalmente recita el Padre Nuestro...

¡Cómo olvidar aquella oración, aquel derrotero, aquel poema de luz!

¡Cuántas almas a lo largo de las eras ya se libertaron de sus sufrimientos atroces, en las alas de un Padre Nuestro, hecho de corazón! Cuántas almas...

En seguida, habla de los tesoros del cielo, mostrando que son los únicos que llevamos de aquí, los únicos verdaderamente reales para nuestra vida espiritual.

Mirad las aves del cielo... no siembran, ni siegan... y vuestro Padre celestial las alimenta...

Qué consuelo hacia aquellos de vida material sufrida, los que padecen la falta de lo necesario, saber que alguien los cuida con cariño...

Desde la cima de la montaña Jesús dice aun: Pedid y se os dará. Buscad y hallaréis. Llamad y se os abrirá.

Nos hizo dioses de las posibilidades, de las realizaciones a través de una voluntad palpitante en lo íntimo.

Finaliza el gran poema de manera majestuosa y didáctica:

Todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre la roca.

Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y se precipitaron contra aquella casa, pero no se derrumbó.

*   *  *

Construir nuestra casa sobre la roca es buscar la práctica de las enseñanzas de Cristo en nuestra vida diaria.

Es inútil conocer las palabras, los contenidos, si ellos no nos hacen mejores hombres y mujeres, si no nos convierten en personas de bien.

Construir nuestra casa sobre la roca es  preguntarse siempre: ¿Cuál es el comportamiento cristiano en esta circunstancia?

En cada decisión, preguntarse: ¿Cuál es la decisión que me conduce al bien de mi prójimo? ¿Qué es lo que me transforma en un faro de luz sobre los suelos del mundo actual?

Es el momento de construir esa nueva casa, en los días de hoy, por fin, sobre la roca.

 

Redacción del Momento Espírita.
En 21.7.2014.

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