Momento Espírita
Curitiba, 20 de Abril de 2024
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ícone Hoteles de hielo

Abres los ojos y ves la luz suave y difusa de la fibra óptica y del amanecer.

El hielo te rodea. Una parte de él entallada en forma de muebles y esculturas, parte en forma de bloques macizos que componen las paredes, el techo e incluso el piso.

Sin embargo,  a pesar de la belleza de la habitación es hora de levantarse. Eso porque la temperatura de tu habitación es de cinco a ocho grados Celsius bajo cero, y acabaste de pasar la noche en un saco de dormir sobre una base de hielo.

Esta es parte de la experiencia por la cual  muchos pasan cuando se hospedan en los llamados hoteles de hielo.

Son edificaciones enteras con habitaciones, salones, recepción, restaurantes, construidas sólo con bloques de hielo.

Anualmente en algunas regiones del planeta, esas obras incomparables de la ingeniería moderna son edificadas para recibir a huéspedes de todo el mundo.

Por lo general, son construidas al lado de  grandes ríos, de donde  es posible obtener agua, congelarla y cortarla en grandes bloques de hielo, llevándolos al lugar de la construcción.

Además de ingenieros especializados, siempre son invitados escultores, artistas de diversas regiones del globo, que trabajan en la finalización de cada habitación.

Pero lo más intrigante de todo, es que esos iglúes de lujo permanecen en pie, funcionando, sólo por cuatro o cinco meses cada año.

Después de ese tiempo ellos, literalmente, se transforman en agua, se derriten, vuelven a ser río.

Por más que los ingenieros y artistas que participan en la construcción deseen aferrarse a su obra de arte, no pueden, pues su creación dura poco tiempo.

Eso no los desanima de ninguna manera. Año tras año allí están, construyendo un hotel diferente, siempre con el máximo de esmero y belleza posibles.

*  *  *

¿Acaso la vida en la Tierra no es como vivir en un hotel de hielo?

Disfrutamos de las cosas, pero ellas no nos pertenecen. Vuelven al río de la vida, cuando retornamos al mundo espiritual.

De ese modo, lo que ganamos al erigir nuestros edificios en la Tierra, al hacer conquistas materiales, no son los bienes propiamente dichos, sino las edificaciones en el alma.

El premio por años de trabajo honesto, dedicado y serio no son los bienes inmuebles, acciones de la Bolsa, vehículos etc.

Es la disciplina conquistada. Es la inteligencia desarrollada. Es la capacidad para administrar personas, encontrar soluciones para los problemas  con mayor facilidad.

Esos, sí, son algunos de los bienes del Espíritu, que no perdemos, que no se derriten después del invierno.

Es importante tener metas relacionadas con la materia, con certeza. Tenemos como misión trabajar por el mejoramiento material del planeta.

Sin embargo, es imprescindible que no nos aferremos a las cosas, perdiendo el foco de nuestras verdaderas metas en la encarnación.

La escultura de hielo puede derretirse, deshacerse; no obstante, el escultor sale mejorado de cada experiencia, sale más maduro y capaz después de cada obra esculpida con dedicación.

He ahí la verdadera conquista.

Redacción del Momento Espírita.
En 26.5.2014.

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