Momento Espírita
Curitiba, 29 de Março de 2024
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ícone Vehículo poderoso

Vehículo poderoso es la palabra que refleja, de forma segura, el nivel moral en el cual nos encontramos.

Con la palabra se propagan las buenas obras y se enciende la esperanza. Se puede fortalecer la fe vacilante y sostener la paz. También sirve para alimentar el vicio y la delincuencia.

Hablando, el profesor eleva la mente de sus aprendices a la culminación del saber. Utilizando el verbo, el malhechor arroja a muchos para el foso del crimen.

Conversando, la madre educa al hijo, señalándole los caminos del honor y del deber.

Utilizando la palabra, los malos líderes conducen a los pueblos a guerras cruentas,  permitiendo que las fauces de la muerte sieguen vidas preciosas.

Los buenos gobernantes, preocupados y responsables por sus gobernados, elaboran discursos de paz y se esfuerzan para proporcionarla.

Jesús habló y el Evangelio surgió como la Buena Nueva que todos esperaban, sufrientes y desalentados.

Antes de Él, con el fin de preparar los caminos, una voz se alzó desde el desierto hasta las orillas del río Jordán, predicando un nuevo tiempo.

Un tiempo en que las veredas del Señor serían allanadas y los hombres podrían oír el dulce canto de un Rabino.

En las tardes cálidas, en las noches agradables, Jesús se sirvió de la palabra para enseñar las verdades del Padre que está en los cielos, para manifestar Su voluntad generosa y sanar enfermos.

Con Su verbo, salvó de la muerte por lapidación  a una mujer que se había equivocado, olvidando sus deberes de esposa. Y a otra ofreció el agua viva que mata la sed del saber  espiritual.

Se  sirvió de la palabra y pidió perdón al Padre por aquellos que Lo crucificaron y con la palabra de la fe se entregó a Dios.

El apóstol Pablo, por la palabra consciente y esclarecedora, llevó las buenas nuevas del Reino de Dios a muchos lugares.

De tal forma se dejaba inflamar por la inspiración de los cielos, que su verbo convertía a las multitudes. Se expresaba tan bien y con tal fervor que llegaron a confundirlo con el mismo Dios.

Gandhi se sirvió de la palabra para invitar a todos sus hermanos de la India para unirse en el mismo ideal. Martin Luther King Jr. discurseó en nombre de la paz, deseando que blancos y negros se sintiesen hermanos.

Cuando la guerra civil devastaba el suelo americano, el Presidente Lincoln utilizó la palabra de buen ánimo para levantar la moral de los soldados abatidos por las derrotas y por el abandono que creían sufrir.

El verbo es siempre la manifestación de la inteligencia sana o enferma. Es la base de la escritura.

Y cada vez que utilizamos la palabra, sembramos bendiciones o esparcimos tempestades.

Por lo tanto, aunque tinieblas y espinos sigan junto a nosotros, gobernemos la emoción y pronunciemos siempre la palabra que instruya o consuele, que ayude o santifique.

Aunque la provocación del mal nos invite al desorden, a condenar y a herir, bendigamos la vida, donde estemos.

Aprendamos a callar cada frase que destruya, porque toda palabra que agrede es moneda falsa en el tesoro del corazón.

  *   *   *

Existen tres cosas que no tienen vuelta: la flecha lanzada, la palabra dicha y la oportunidad perdida. Una vez que la palabra es pronunciada, no hay manera de hacerla retornar.

Recordemos que una vez dicha la palabra, ella huye de nuestro control.

Pensemos bien antes de hablar, porque aunque no podamos hacer que la palabra vuelva, tendremos que responder por ella.

 

Redacción del Momento Espírita, con base en
el capítulo
Palabra, del libro Seara dos Médiuns,
por el Espíritu Emmanuel, psicografía de Francisco
Cândido Xavier, ed. FEB y en el capítulo 14, del libro
A Carta de Tiago, de L. Palhano Jr., ed. Fráter.
En 9.4.2014.

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