Momento Espírita
Curitiba, 25 de Abril de 2024
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ícone Cuando gané a mis padres

Aquella parecía ser una simple tarea más de escuela de una niña de ocho años.

El extracto mostraba cuentas por hacer, pequeños problemas por resolver y varias preguntas sobre asuntos distintos.

Sin embargo, en la última hoja había un verdadero tesoro, que emocionó a profesores, psicopedagogos y padres.

He aquí el anunciado: Haz un dibujo que represente un hecho importante de tu vida.

Y allí estaba el dibujo colorido de una mujer con un bebé en los brazos y a su lado la figura de un hombre, ambos sonriendo.

En la parte superior de la escena, escrito con una letra esmerada – de las que se tarda mucho para terminar de escribir - constaba:

Cuando gané a mis padres.

¿Cómo contener las lágrimas ante tan simple declaración de amor? Cuando gané a mis padres.

Ella se acordaba, con cariño,  que había llegado a aquél hogar de amor hacía poco más de ocho años, a través de la vía bendita de la adopción.

Fue uno de los primeros momentos en que el corazoncito aprendiz agradecía a Dios por la oportunidad de tener una familia amorosa en la Tierra.

Otros niños se acordaron de viajes, de regalos de Navidad, de excursiones inolvidables. Pero ella se acordó de agradecer por sus padres.

*   *   *

Pensando ahora en todos nosotros, ¿será que nos acordamos de guardar en el alma toda esa gratitud por aquellos que nos recibieron con tanto cariño, con tanto valor?

¿Te acuerdas de cuándo ganaste a tus padres? Pues sí, son grandes regalos que recibimos al renacer.

Muchas veces el corazón infantil viene a recordarnos cosas que el viejo corazón parece haber olvidado.

Todos ganamos a nuestros padres. Es más, no fueron padres cualesquiera, escogidos por la fuerza de la aleatoriedad. Fueron los padres que necesitábamos, en el momento que  necesitábamos.

Tal vez aún no entendamos eso muy bien, pero con el pasar de los años, después de muchos análisis, muchos recuerdos, vamos percibiendo,  ya maduros, que todo tiene sentido.

A veces, terminamos dándonos cuenta cuando ya es demasiado tarde y entonces somos corroídos por el remordimiento devastador.

¿Por qué esperar para agradecer? ¿Por qué esperar aquella ocasión especial para reconocer y expresar la gratitud?

¿Por qué todavía nos avergonzamos de decir: Tú eres importante para mí, o Te quiero mucho? ¿Por qué tener vergüenza de amar, de agradecer?

La gratitud no está sólo en el acto de agradecer. El famoso muchas gracias es sólo la punta del iceberg de la gratitud.

La gratitud se manifiesta todos los días, desde que se despierta y se agradece a Dios por esos amores; pasando por la convivencia respetuosa, amiga, comprensiva; llegando a los más grandes gestos de desprendimiento en pro de aquellos a quienes les debemos la vida.

Agradezcamos mientras hay tiempo. Agradezcamos mientras es hoy.

La gratitud hace bien a todos. Hace bien a quien la lleva en el corazón. Hace bien a quien la recibe como inesperadas flores perfumadas que caen sobre las manos y tornan la vida más feliz.

*   *   *

Cuando gané a mis padres, gané también la certeza de ser amado...

Cuando gané a mis padres, fui inundado de fuerza de voluntad, del deseo de acertar y de amar también.

Cuando gané a mis padres, decidí dar una oportunidad más al amor, y luego una más, y después otra más...

Cuando gané a mis padres, fue cuando me sentí realmente protegido...

 

Redacción del Momento Espírita.
En 4.2.2014.

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