Momento Espírita
Curitiba, 03 de Maio de 2024
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ícone Preciosa dádiva

La mujer llamó a la puerta de la rica casa. Estaba embarazada y ya se acercaba el día de dar a luz.

La dueña de la casa vino a atender, llevando en la mirada la serenidad de los días vividos y de los dolores soportados.

Señora, le dijo la embarazada, ¿quieres quedarte con mi bebé?

Y antes que la otra se recobrase del susto de la inesperada oferta, prosiguió:

No lo quiero. No tengo lugar para él en mi vida. Me embaracé sin querer y no puedo mantener otra boca.

Me pesa el vientre y ansío liberarme de la carga. Si usted no lo quiere, no sé lo que haré. Ya lo ofrecí a más de dos decenas de personas. Nadie lo quiere.

La Mujer Bondad invitó a la oferente a entrar. La hizo sentarse. Le sirvió un café reconfortante.

Instigada, la mujer le narró su historia de desaciertos, desde su más temprana juventud. La síntesis es que veía en el hijo por nacer un estorbo, un problema más.

La Mujer Cariño habló de la bendición de la maternidad y de la reencarnación. La maternidad es una de las más nobles misiones conferidas al ser humano.

El Padre y Creador confía una de las estrellas de Su Universo a la guardia de otro ser.

Por la ley de la reencarnación, el Espíritu inmortal tiene la posibilidad de reparar errores, crecer, ascender.

La Mujer Ternura le dijo de como el Espíritu, prisionero del pequeño cuerpo en formación,  todo lo percibe, todo lo siente, todo  lo sufre.

Él suspira por una oportunidad, tiempo y atención. Necesita de caricias, de oír la voz de quien lo engendra arrullándolo, aguarda la mano de la ternura que le acaricie la piel frágil.

Él espera tanto. Y tan poco.

La Mujer Renuncia le dijo de las noches de insomnio y de las sonrisas posteriores. De los llantos de la fiebre, de la maña y de los balbuceos de los primeros vocablos.

De las patadas cuando todavía está en el vientre, en sus movimientos de acomodación. Y de la inseguridad de los primeros pasos.

Él tiene tanto para dar.

¿Por qué confiarlo a otra si la Divinidad te lo ofrece?

La madre se fue despertando en la embarazada. En un gesto casi mecánico, acarició el vientre abultado y sintió los movimientos del bebé.

¿Qué desearía él decir? No me abandones, cuida de mí.  Estréchame en tus brazos. Vengo a ti para aprender el alfabeto del amor.

No me entregues a nadie. Es de tu cariño que necesito.

Cuando murió la tarde, la embarazada regresó a su hogar con la esperanza centellando en su mirada.

La Mujer Donación la ayudaría y ella tendría a su hijo, conduciéndolo en el mundo.

Dividirían las dificultades y sumarían esfuerzos. Permitirían que se multiplicasen las oportunidades de regeneración, para que disminuyesen los dolores.

Y si la suma de los problemas pareciese  superar a las fuerzas, siempre podrán contar con el amor de la madre por el hijo, del hijo por la madre.

*    *   *

Los hijos no son realizaciones fortuitas. Son hijos de Dios en jornada evolutiva, siguiendo hoy a su lado, bajo la dirección de sus experiencias.

Cuando un hijo enriquece a un hogar,  trae consigo los valores indispensables para la propia evolución.

 

Redacción del Momento Espírita con reflexiones finales extraídas
de la entrada
Filho, del libro Repositório de sabedoria, v.1, por el
Espíritu Juanna de Ángelis, psicografía de Divaldo Pereira Franco, ed. LEAL.
En 27.1.2014.

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