Momento Espírita
Curitiba, 16 de Abril de 2024
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ícone El hijo que se fue de casa

La parábola del Hijo Pródigo contiene preciosas lecciones.

Una de ellas se encuentra en el comportamiento del hijo pródigo.

Al principio, él se deja seducir por la tentación de los vicios.

Las pasiones centellean a sus ojos y él decide vivirlas.

Pide recursos al padre y se lanza al mundo.

Parte lejos de su familia y disipa su propia herencia.

Mientras tanto, la vida lo invita a revisar sus valores y actitudes.

Una gran hambruna ocurre en el lugar que él había elegido para vivir.

Mientras pasa por duras necesidades, reflexiona sobre la abundancia que existe en la casa paterna.

Es entonces cuando comienza a rectificar su interior.

No pretende huir de las consecuencias de sus propios actos.

No aspira a vivir en abundancia.

Además, ni siquiera pretende ser tratado como hijo.

Se contenta con ser admitido por su padre como un simple trabajador de sus tierras.

Adoptada la resolución, se pone en camino.

El viaje hecho en la riqueza ahora es hecho en la pobreza, en la dirección opuesta.

Es cierto que son muchas las dificultades para vencer las distancias.

Pero él no desfallece y llega a la propiedad de la familia.

Confiesa al padre su arrepentimiento y su nueva disposición.

No obstante, grande es el júbilo del señor de la tierra con el regreso del hijo.

Él ofrece los mejores signos de una buena acogida, como buenas ropas, anillo en el dedo y fiesta.

*   *   *

El hijo pródigo representa el Espíritu que se deja seducir por las pasiones mundanas.

Habiendo recibido preciosos tesoros del Creador, él los consume de manera inconsecuente.

Vidas que él debería aprovechar para perfeccionarse y hacer el bien,  desperdicia con tonterías.

Se permite actos deshonrosos y se convierte en un mendigo espiritual.

Esa situación ya fue vivida, en mayor o menor grado, por casi todos los Espíritus que actualmente transitan por el planeta Tierra.

Ahora, ellos viven el viaje de retorno.   

En medio de las dificultades, necesitan rehacer el camino hacia la casa paterna, que representa el equilibrio y la paz.

En ese momento evolutivo, conviene recordar el ejemplo de coraje del hijo pródigo.

Él asumió valientemente las consecuencias de sus actos.

En el momento de la reparación, no se rebeló ni reclamó.

No deseó la llegada de una litera confortable para reconducirlo al lugar de donde salió por su propia y libre voluntad.

Reunió sus fuerzas y rehízo el camino, resueltamente.

Por lo tanto, si las dificultades se presentan en tu vida, no te creas una víctima ni grites en contra de los Cielos.

Ve en ellas tu camino para la conquista de la paz y del bienestar.

Recórrelo con coraje y dignidad, seguro de una generosa acogida al final de la jornada.

 

Redacción del Momento Espírita.
En 25.9.2013.

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