Momento Espírita
Curitiba, 20 de Abril de 2024
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ícone La serenidad ante el dolor
 

La experiencia del dolor es común en todos los hombres.

Ella se muestra a cada uno de manera diferente, pero visita a todos.

Los pobres sufren la incertidumbre cuanto a la manutención de la familia.

Los enfermos experimentan el padecimiento físico.

Los idealistas se angustian por el bien que tarda por realizarse.

El gobernante se agobia por la magnitud de la tarea que reposa en sus hombros.

Cualquiera que sea la posición social de un hombre, él vive la experiencia del sufrimiento.

La propia transitoriedad de la vida terrenal es fuente de angustias e incertidumbres.

Se puede hacer y obtener mucho, pero la muerte es una certeza que transformará todo.

Algún sufrimiento es inherente a la experiencia de vivir.

Nadie ignora la posibilidad que sus afectos le antecedan en el retorno a la Patria Espiritual.

Ningún hombre sensato cree que el vigor físico lo acompañará para siempre.

La universalidad del dolor llama la atención de los hombres hacia el hecho que somos esencialmente iguales.

Pertenecemos a categorías diferentes y tenemos experiencias singulares, pero nadie está inmune a la acción del tiempo.

La vida material es transitoria y eso no se puede negar.

Sin embargo, las personas evitan meditar acerca de esa realidad.

Cuando cogidas por los fenómenos propios de la transitoriedad de la vida suelen rebelarse.

Todos sufren, pero pocos sufren bien.

Es tan raro saber sufrir que generalmente eso ni siquiera es comprendido.

Cuando la persona se mantiene serena delante del sufrimiento, se cree que tiene algún problema.

Se confunde sensibilidad al dolor con escándalos.

Si la persona no grita indignada y no busca a los culpables por su miseria, se cree que tiene algo sombrío en su interior.

Una madre que es capaz de soportar serenamente el dolor de la muerte de un hijo, surge a los ojos ajenos como insensible.

¡Cómo si la ausencia de gritos significase falta de amor!

En el Sermón del Monte, Jesús afirmó la bienaventuranza para los que lloran, los injuriados y los perseguidos.

Seguramente no estaba refiriéndose a los que sufren por sus rebeldías y desatinos.

Por fin, en otro pasaje evangélico, afirmó que quien lo desease debería tomar su cruz y seguirlo.

Eso demuestra que la conquista de la redención presupone algún sacrificio.

La Tierra por algún tiempo aún será morada de Espíritus rebeldes a las Leyes Divinas.

Por siglos sembraron el dolor en los caminos ajenos y no se animaron a reparar a los daños causados.

Por eso, son periódicamente alcanzados por las consecuencias de sus actos, hasta que aprendan el código de la fraternidad que rige la Vida.

Reflexiona acerca de eso antes de permitirse lamentaciones y rebeldías.

Las experiencias que te alcanzan buscan hacerte mejor y más sensible al dolor del semejante.

Ellas posibilitan que te recompongas delante de la Justicia Cósmica.

No pierdas la oportunidad con actitudes infantiles.

Cesa con las reclamaciones, no busques culpables y no te creas víctima.

Aprovecha la ocasión para ejemplificar tu condición de cristiano.

Cuando el sufrimiento te alcance, considéralo como un desafío para ejemplificar dignidad, esfuerzo y lucha.

Tu serenidad delante del dolor será un estímulo a que otros repiensen la manera como viven.

Así, estarás colaborando con la construcción de un mundo mejor con menos rebeldía e insensatez.

Piensa en eso.

Redacción del Momento Espírita.
En 31.12.2009.

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