Momento Espírita
Curitiba, 19 de Abril de 2024
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ícone Mi hijo y las mañanas
 

Esta mañana como de costumbre, antes de salir a trabajar, visité el dormitorio de mi hijo.

Considero una especie de ritual sagrado de todas las mañanas: llegar muy cerca de su cuna, arreglar su manta con cuidado, acomodarlo con cariño para que no se destape.

Luego, paso mis manos algunas veces, por su pelo suave y digo en pensamiento: "¡Como te quiero!"

Él normalmente se mueve con suavidad, como si reaccionara de alguna forma al estímulo externo durante el sueño.

Sigue allí en silencio, en paz, preparando su pequeño cuerpo y su alma para más un día de descubrimientos  felices.

Diciendo hasta luego, me aparto buscando no hacer ruido  y salgo puerta afuera  con el alma liviana, listo para enfrentar el mundo más un día.

Más tarde, cuando lo  vea otra vez él ya estará despierto, correteando por la casa, jugando con sus cochecitos, me concederá una alegría más: de recibirme con su sonrisa, que sin nada decir, lo dice todo.

Por más que sean difíciles algunos días, aunque las batallas sean arduas y desgastantes, todo se calma, todo se conforta con aquella sonrisa.

Las sonrisas de los niños tienen un poder casi mágico y más aún las de nuestros hijos.

Ellos parecen querer hacernos percibir que, aunque la vida sea tormentosa, llena de pequeñas y grandes espinas que producen dolor, aún existe mucha alegría.

Aunque en este exacto instante existan  innúmeras personas deseando no seguir viviendo, debilitándose en las luchas, queriendo desistir, existen otras tantas almas dando gracias por la vida, en júbilo contagioso.

Estoy seguro de que "ser padre" es un motivo a más de alegría plena, de gratitud a Dios y una de las muchas razones por las cuales  debemos  continuar siempre, sin desistir.

Mi hijo y las mañanas me enseñan siempre esta lección preciosa, la de renovación, de renacimiento del agua y del Espíritu.

*   *   *

Muchos padres se quejan de no haber visto crecer a sus hijos.

¡Pasa tan rápido! ¡No lo recuerdo más! - son frases que oímos con frecuencia.

¿Estamos pendientes de nuestros hijos como deberíamos? ¿De verdad, pasa así tan rápido como para guardar tan pocos recuerdos?

O algo está mal con el tiempo, o existe algo equivocado en nosotros.

Sería muy bueno oír de un padre, de una madre: Recuerdo cada nueva conquista, cada día de la infancia, cada nueva palabra...

Sería agradable poder oír: Disfruté cada día a tu lado, hijo mío, cuando eras pequeño, como si fuese el último. No perdí ninguna oportunidad junto a ti.

Aprovechemos el tiempo junto a ellos, a cualquier edad, en cualquier condición de la vida.

Disfrutemos la existencia a su lado, escribiendo en el corazón cada belleza, cada nueva descubierta, sacando fotos con el alma - registrando en la intimidad del ser cada sonrisa de su rostro.

Redacción del Momento Espírita.
En 11.05.2009.

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