Cada uno de nosotros tenemos desafíos distintos. La vida está hecha de desafíos diarios.
Para quien no dispone de movimientos en las piernas, transportarse del lecho a la silla de ruedas cada mañana es un desafío.
Para quien sufrió un accidente y está aprendiendo a andar de nuevo, el desafío está en apoyarse en las barras en la sala de rehabilitación e intentar mover un pie tras otro.
Para aquel que perdió la visión, el gran desafío es adaptarse a una nueva realidad, aprendiendo a oír, a tantear, a moverse entre los obstáculos sin tropezar. Es aprender un nuevo alfabeto, es leer con los dedos, es adquirir nueva independencia de movimientos y acción.
Para el analfabeto adulto, el mayor desafío es dominar aquellas señales que significan letras, que colocadas unas al lado de otras forman palabras, que forman frases.
Es conseguir agarrar el lápiz y escribir el propio nombre en letra capital. Es conseguir leer el letrero del autobús, identificando cuál deberá utilizar para llegar a su casa.
Cada cual dentro de su realidad, de su vivencia, señalará lo que le constituye el mayor desafío: dominar la técnica de la pintura, de la escultura, de la música, de la danza.
Ser un as en algún deporte. Ser el primero de la clase. Pasar en la selectividad. Ser aprobado en la oposición que le garantizará un empleo. Ser aceptado por la sociedad. Ser amado.
Para vencer un desafío es preciso tener disciplina, ser persistente, ser diplomático, saber perdonarse y perdonar a los demás.
Es ser optimista cuando los demás están pesimistas. Ser realista cuando los demás están despistados. Es saber soñar y seguir adelante.
Es persistir, aunque nadie logre nos imaginar como un Premio Nobel de Química, un padre de familia, un profesor, alcalde o programador.
Por encima de todo, el mayor desafío para deficientes, negros y blancos, japoneses y americanos, brasileños y argentinos - para todo ser humano - es hacer.
Hacer lo que se promete. Dar el primer paso, el segundo y el tercero. Seguir adelante.
Con mucha frecuencia se escuchan a personas diciendo que van a empezar un régimen, que van a estudiar más, que van a hacer ejercicios todos los días, que van a leer más, que van a ver menos televisión, que van...
Hablar, reclamar o criticar son los pasatiempos más populares del mundo, tal vez perdiendo solamente para el pasatiempo de culpar a los demás por lo que le ocurre.
Por lo tanto, el mayor desafío es hacer. Y no vale decir que lo que querías no salió bien porque eres ciego, o negro, o porque eres amarillo, o porque eres brasileño. O porque vives en una casa amarilla. O porque no tuviste tiempo.
Aprende con tus errores. Si algo no sale bien puedes intentar de forma distinta. Ahora sabes que aquella no es la manera.
Puedes ejercitar más. Puedes conseguir ayuda, puedes estudiar más, puedes inspirarte con sabios amigos. O con amigos de tus amigos.
Puedes aspirar a nuevas ideas. Puedes dividir tu objetivo en varias etapas e intentar una de cada vez antes que hacerlo todo de una vez.
Puedes hacer lo que quieras. Únicamente no puedes sentir lástima de ti mismo. No puedes desistir de tus sueños.
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Problemas son desafíos. Dificultades son pruebas de promoción espiritual.
Fracaso es algo perfectamente natural, que ocurre a toda y cualquier persona.
Indispensable mantener el buen ánimo en cualquier lugar y posición.
Lo peor que le puede pasar a alguien es entregarse al desánimo, apagando la llama íntima de la fe y caminar en plena oscuridad.
Así, confía en Dios y con coraje sigue de espíritu tranquilo.
Redacción del Momento Espírita, con base en carta firmada por Fernando Botello y
dirigida a un ciego, de nombre Juliano, residente en Curitiba y en el capítulo 9
del libro Convites da vida, psicografía de Divaldo Pereira Franco, por el Espíritu
Joanna de Ángelis, ed. Leal, Brasil.
En 04.05.2009.