Momento Espírita
Curitiba, 16 de Abril de 2024
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Jesús era un educador de cualidades especiales.

Él no perdía ninguna oportunidad para la enseñanza.

Toda acción, palabra o hecho que ocurriese donde Él estuviese, era motivo de observaciones precisas.

Como nuestro Modelo y Guía tenía plena conciencia de que la vida es dada al hombre para su progreso. Y que todos los momentos de la vida son oportunidades de crecimiento.

Narra el Evangelista Lucas que un día de sábado Jesús entró en la casa de un fariseo. El nombre del fariseo no es mencionado, sin embargo, el Maestro había sido invitado a comer.

Cuando se adentró en el local, fue observado por los que allí se encontraban.

A su vez, Jesús observó que los invitados elegían los primeros lugares, en casi atropello. Todos querían estar lo más cerca posible del anfitrión.

Recordémonos de que, en tiempos de Cristo, las comidas no se hacían alrededor de una mesa.

Los invitados se acomodaban en butacas, sofás que eran distribuidos por el recinto, más o menos en semicírculo.

Las comidas se hacían con el invitado medio inclinado, apoyando su cabeza sobre el brazo izquierdo y sirviéndose con la mano derecha.

Por ello, la gran disputa por los lugares más próximos al dueño de la casa.

Tal vez porque quisieran ser vistos por él, porque eso les añadiría un punto más en la relación interpersonal, o podría tener valor para futuras negociaciones.

Tal vez estuviesen interesados en estar más próximos para no perder ninguna de las palabras que el anfitrión profiriese.

Así podrían participar en el diálogo, tanto como tendrían posibilidad de evaluar todo. Y, posiblemente, más tarde hacer críticas sobre esa o aquélla cuestión.

Paseando la mirada por la sala, Jesús tomó la palabra y propuso una parábola diciendo:

Cuando seáis  invitados a bodas, no toméis el primer lugar, para que no suceda que, habiendo entre los invitados una persona más considerada que vosotros, el que os haya invitado venga a deciros:

"Dad vuestro lugar a este."

Y os veáis constreñidos a ocupar, llenos de vergüenza, el último lugar.

Cuando seáis invitados, id a colocaros en el último lugar, a fin de que, cuando llegue aquél que os invitó, os diga:

"Amigo mío, ven más cerca". Eso será para vosotros un motivo de gloria, delante de todos lo que estuvieren con vosotros en la mesa.

Por cuanto todo aquél que se eleva será rebajado y todo aquél que se rebaja será elevado.

Las palabras de Jesús eran, en primer lugar, una lección de etiqueta. Porque nadie que sea invitado a un banquete debe acomodarse donde quiera.

La etiqueta establece que se espere el encaminamiento del maestro de ceremonias o de su similar.

La exhortación del Maestro es, también, una enseñanza esencialmente destinada al Espíritu.

Solo quien abriga en si la humildad crece de forma auténtica, progresando.

No fue otra la actitud del Modelo y Guía de la Humanidad que se afirmó como el servidor de todos.

Son Suyas las palabras: Estoy entre vosotros como aquél que sirve.

*   *   *

Pensemos en eso: si el Señor de las Estrellas, El Cristo, así se posicionó,  ¿por qué aún nos disgustamos tanto al no recibir las deferencias de los hombres?

Sirvamos siempre. Dios, que todo ve y todo sabe, conoce exactamente el lugar donde necesitamos estar.

Él es la justicia suprema y nunca Se equivoca.

Pensemos en eso y vivamos mejor, menos preocupados con la mirada de los hombres. Más atentos a lo que el Señor de la Vida tiene a ofrecer a cada uno de nosotros.

Redacción del Momento Espírita con base en el capítulo
 XIV, versículos 1; 7 - 11 del Evangelio de Lucas.
En 22.04.2009.

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