Momento Espírita
Curitiba, 24 de Abril de 2024
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Mientras la contemplo a dormir el sueño tranquilo de los días verdes de la infancia, me pongo a pensar.

¿Cuál la misión que la trajo a la Tierra, otra vez? ¿Qué lazos tan fuertes nos unen? ¿De qué era nos conocemos?

Y, mientras me pierdo en conjeturas, también pienso que, probablemente, no estaré físicamente a su lado, en la madurez de sus años.

En verdad, no sé hasta cuando gozaré de la ventura de recogerle las sonrisas, de estrecharla al pecho, oyendo el ritmo de su corazón latir en compás con el mío.

Eres todavía una niña y traes en el brillo de los ojos los rayos de la esperanza. Mira el mundo como quien descubre venturas a cada día.

Y pienso... si conseguirás atingir los objetivos para los cuales renaciste de esta vez.

Y deseo... Deseo que seas feliz, aunque la adversidad te venga a ser compañía.

Que seas suficientemente capaz de driblar las tristezas, tiñéndolas con colores de la certeza de quien sabe que todo es pasajero en la Tierra.

Todo pasa. Pasa el dolor, pasa la tristeza, pasa la alegría.

Entonces, deseo también que las alegrías que te coronen los días sean muy bien aprovechadas por ti.

Que las disfrutes en totalidad y que sepas guardar, en los rincones del alma, los recuerdos felices.

Ellas te serán aliento en los días grises y vacíos.

Que sepas aprovechar todas las  oportunidades de progreso: la escuela, el hogar, la familia que amas que te estimula a avanzar siempre.

Que no te olvides nunca de que ha sido el amor que te trajo de volta a la Tierra.

El amor de tus padres que te concibieron. El amor del Padre Supremo que sancionó la posibilidad de tu nueva entrada en la carne.

Deseo que sepas administrar el tiempo y no pierdas la oportunidad de te extasiares con la música. La sinfonía natural de los pájaros en la aurora de cada día.

El cántico de las aguas abundantes, lanzándose de alturas, en grandes caídas. El murmurio de los riachos entre los arbustos, el silbido de las fuentes generosas.

La música extraordinaria de tantas orquestras que repletan de sonidos ese maravilloso mundo de Dios.

Que oigas la música de la actualidad, de los grupos jóvenes, las canciones de tu país y de la música sin fronteras.

Que sepas emocionarte al ver tremolar al viento la bandera nacional. Que vibres intensamente con cada nota del Himno patrio.

Y que lo sepas cantar, no solamente en los versos que lo componen, sino en cada gesto tuyo, contribuyendo para la grandeza del turrón que te acoge.

Deseo que alcances victorias. No necesariamente en el mundo, sino dentro de ti misma, coleccionando loros a cada día.

Y, finalmente, cuando vencieres los días de tu estada en la Tierra, que partas serena, habiendo sembrado bendiciones en otras tantas vidas.

Habiendo cumplido todas las etapas de tu jornada con honor.

Y yo... Yo te estaré esperando del otro lado, igualmente en pie, feliz por tener contribuido con tu educación.

Y por tener alimentado tu vida con todo mi amor.

Redacción del Momento Espírita.
En 06.04.2009.

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