Momento Espírita
Curitiba, 29 de Março de 2024
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ícone La dulce cara del amor

        ¿Cuánto cuesta el amor de una madre? ¿Será que tiene precio? ¿Habrá algo que sustituya el vínculo que une la madre a su hijo?

        Algunos dicen que el amor maternal es tontería, futilidad.

        Sin embargo, cuando Dios dispuso en la Tierra que el hombre fuese concebido a partir del amor con la unión de dos seres y para que fuera generado en el vientre materno, estableció las bases seguras para que el ser desarrollase su capacidad extraordinaria de amar.

        Y una de las caras del amor es el amor maternal. Donde proviene la necesidad que siente el hijo de ser amado.

        Cierta vez, una esposa joven abandonó el hogar después de diez años de matrimonio. Hacía algún tiempo que la situación era insostenible y ella decidió empezar una vida nueva.

        Abandonó al esposo y a su hijo, un niño de seis años.

        Dos años después, ya con un nuevo amor haciéndole latir el corazón descompasado y trabajando en una Agencia de Correos, fue sorprendida por un papel doblado en cuatro que se cayó entre tantos otros sobres que ella separaba para enviar.

        Era una hoja de cuaderno, sin sobre, destinada simplemente a Jesús.

        La curiosidad le hizo abrir la hoja y empezar a leer.

        Jesús, decía la carta en letra infantil, yo estoy muy enfermo. Tengo mucha tos.

        Sé que mi padre me cuida en las horas que no está trabajando. Mis tías Margarita y Magda también.

        Pero Jesús, estoy muy enfermo. Por eso escribo esta carta para pedirTe un regalo. Mi cumpleaños se acerca.

        En el día que cumpla mis ocho años, ¿sería posible traer de vuelta a mi madre?

        Señor, no sé dónde ella se encuentra, pero estoy seguro que Tú lo sabes. Por favor, Jesús, traiga a mi madre de vuelta.

        Si ella vuelve, nuestra casa se alegrará de nuevo. Habrá flores en las ventanas. Yo mejoraré y mi tos pasará.

        ¡Jesús, en mi cumpleaños quería tanto abrazar a mi madre otra vez!

        Sé que no soy un buen niño, pero aun así Te lo pido, porque cuando mi madre estaba con nosotros ella siempre decía que todo lo que pidiéramos a Ti, lo concederías.

        Me quedaré esperando. Jesús, por favor, traiga a mi madre de vuelta.

        La firma no dejaba dudas. Era de su hijo, el niño que había abandonado a los seis años, cuando partió para una nueva vida.

        Aquel día, Rita salió del trabajo y volvió a su antigua casa. Golpeó  a la puerta y tía Margarita, sorprendida, la vio adentrarse.

        Atravesando la sala donde el marido, igualmente sorprendido, solo la miró sin dirigirle una palabra.

        Fue a la habitación del hijo, que tosía acostado en su cama.

        Viéndola el niño sonrió, abrió los brazos y exclamó:

        ¡Madre, Jesús te trajo hasta mí!

*  *   *

        Existen muchos cuerpos que no generaron otros cuerpos, sin embargo, se hicieron madres dedicadas en nombre del amor de nuestro Padre.

        Son criaturas que sostienen vidas, que no marchitaron porque recogieron para sí la misión de ampararlas y socorrerlas.

Redacción del Momento Espírita con base en el capítulo
Relógio marcando oito horas del libro Remotos cânticos
de Belém, de Wallace Leal Rodrigues, ed. O Clarim y
de la entrada
Mãe del libro Repositório de sabedoria, v.2,
del Espíritu Joanna de Ángelis, psicografía de
Divaldo Pereira Franco, ed. Leal. Brasil.

En 26.12.2008.

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