Momento Espírita
Curitiba, 24 de Abril de 2024
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ícone Nadie muere

        La  temática no es nueva. Pero, toda vez que se la aborda, hay siempre quien surja con la tan gastada frase: Nadie ha vuelto del otro lado para decirnos que está vivo.

        Quién así repite la jerga, no se da cuenta o posiblemente ignora que las comunicaciones de los llamados muertos ocurren todos los días, bajo nuestras vistas, a nuestro alrededor.

        Son innúmeros los casos de los que regresan después de la muerte del cuerpo físico, dando testimonio que la vida prosigue. Y abundante.

        Son familiares, afectos que a través de señales irrecusables, se dan a conocer a los más íntimos.

        O simplemente amigos, conocidos, alguien que desee auxiliar a los demás.

        El 1943, un ex-piloto de la fuerza aérea inglesa de nombre Robert Gislepie entrenaba una tripulación de alumnos, sobre el mar de Irlanda.

        Cierta noche, recibió un orden para verificar qué le había ocurrido a un avión que venía de Canadá.

        Siguió con sus alumnos sin tardar, y hora y media después llegaron exactamente al local donde había ocurrido el último contacto por la radio con el avión canadiense.

        A causa de fuerte niebla, ellos volaron sin visibilidad alguna. Por eso decidieron regresar. ¿Si nada veían, como buscar?

        Entonces uno de los motores falló. El hielo empezó a formarse en las alas del aparato.

        Gislepie pensó en bajar la altitud para librarse del hielo. Pero, si hiciera eso, debería volar sobre el mar, a fin de evitar las montañas. Tal actitud aumentaría la rota. Y la gasolina era poca.

        ¿Qué hacer? Era su dilema.

        De repente, se sentó a su lado un alumno y le dijo: Mantenga la altitud. Luego vamos a  tener una modificación de temperatura.

        El instructor acató la orientación. Luego más, el avión estaba fuera de peligro.

        Con alegría, Gislepie pidió al joven que agradeciese a la base la instrucción, pues pensó que el joven tuviese recibido orientación del personal de tierra.

        Fue entonces que el chico le miro e dijo:

        Mi nombre es Ken. Ken Russel. Si no me necesitas más, me voy...

        Y desapareció bajo la mirada de espanto del piloto.

        Algunos días después, conversando con sus alumnos, Gislepie señaló a uno de ellos y dijo:

        Debes de ser Ken Russel. Eres muy parecido.

        No, ha sido la respuesta. Yo soy Tony Russel. Ken Russel es mi hermano.

        Él murió aquella noche cuando fuimos a buscar el avión canadiense. El avión en donde estaba se cayó en el mar y lo mató.

        No es necesario decir lo espantado que se puso el piloto.

        Se lo había auxiliado un muerto.

        A la similitud de este hecho, existen otros muchos. Los que murieron, están vivos. Y se interesan por los que se quedaron.

        Hasta por aquellos con quien no han tenido unión afectiva. Y se comunican, dando testigo de que nadie muere de verdad. Sólo el cuerpo físico perece.

        El Espíritu prosigue viviendo y se interesa por lo que siempre constituyó  su preocupación y sus cuidados mientras estaba en el cuerpo carnal.

*   *   *

        La muerte es siempre la llave que desata el perfume de la vida. No hay muerte, en esencia. Todo es recreación.

        La muerte simplemente revela la vida más ampliamente.

        Piense en eso.


Redacción del Momento Espírita con base en el articulo Morto
dá dica na hora certa, del periódico Correio Fraterno do ABC,
julio/1996 y  en el cap.
A morte, del libro Rosângela, por el
Espíritu Rosângela, psicografia de J.Raul Teixeira, ed. Fráter.

En 16.09.2008.

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