Momento Espírita
Curitiba, 19 de Abril de 2024
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ícone Morir es volver a casa

Cuando la muerte llega, con su equipaje de misterios, trae consigo divergencias e indagaciones.

Por fin, cuando los ojos se cierran para la luz, el corazón silencia y la respiración cesa, ¿habrá muerto junto la esencia humana?

Materialistas niegan la continuación de la vida. Pero los espiritualistas dicen que sí, la vida prosigue más allá de la sepultura.

Y tienen razón. Hay vida después de la muerte. Vida plena, pujante, encantadora.

¿Prueba de eso? Las evidencias están al alcance de todos los que quieren verlas.

Basta mirar al rostro de un ser querido que murió y veremos claramente que le falta algo: el alma ya no está allí.

El Espíritu dejó el cuerpo hecho de nervios, sangre, huesos y músculos. Se elevó para regiones diferentes, misteriosas, donde las leyes que prevalecen son las creadas por Dios.

¿Como creer que somos un amontonado de células, si dentro de nosotros se agita un universo de pensamientos y sensaciones?

No. Nosotros no morimos junto con el cuerpo. El organismo volverá a la naturaleza - restituiremos a la tierra los elementos que recibimos – pero el Espíritu jamás tendrá fin.

Viviremos para siempre, en dimensiones diferentes de esta. Somos inmortales. El soplo que nos anima no se apaga al toque de la muerte.

Prueba de eso está en los mensajes de renovación que vemos en toda parte.

¿O nunca notaste las flores delicadas que nacen sobre las sepulturas? Es el mensaje silencioso de la naturaleza, anunciando la continuidad de la vida.

Para aquel que buscó vivir con ética y amor, la muerte es solamente el final de un ciclo. La vuelta a casa.

Con la consciencia pacificada, el corazón en fiesta, el hombre de bien cierra los ojos del cuerpo físico y abre las ventanas del alma.

Del otro lado de la vida, la multitud de seres amados lo espera. Padres, hermanos, hijos o abuelas – no importa.

Los parientes y amigos que murieran antes estarán allá, para abrazos calurosos, besos con nostalgia, sonrisas de reencuentro.

En ese día, las lágrimas pueden regar el suelo de los túmulos y hasta mojar las flores, pero habrá felicidad para el que se ha ido en paz.

Él va a descubrir un mundo nuevo, hace mucho olvidado. Descubrirá que es amado y experimentará un amor poderoso y contagiante: el amor de Dios.

Después de aquel momento en que los ojos se cierran en el cuerpo material, una voz sonará en el alma que acaba de dejar la Tierra.

Y dirá, suave: Ven, sé bien-venido de vuelta a tu casa.

*   *   *

La muerte ha merecido consideraciones de toda orden, a lo largo de la estada del hombre sobre la Tierra.

Es fenómeno orgánico inevitable porque la Ley Divina prescribe que todo lo que nace, muere.

La muerte no es por lo tanto el final, pero el momento de reempezar.

Pensemos en eso.

 

 Redacción del Momento Espírita.
Disponible en el CD Momento Espírita Español, v. 1, ed. FEP.
En 27.6.2014.

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