Momento Espírita
Curitiba, 20 de Abril de 2024
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        Enemigo. ¡La palabra trae una carga negativa impresionante! El enemigo es alguien que despierta en nosotros los sentimientos más primitivos: miedo, odio, deseo de venganza.

        Delante de un enemigo, las manos se ponen heladas, el corazón late fuerte, la sangre pulsa en la sien. Y la pregunta surge: ¿Como actuar? ¿Qué hacer?

        La respuesta a esa pregunta la dio Jesús: Ama el enemigo, ora por los que te persiguen.

        Pero, nosotros, que somos personas comunes, nos acostumbramos a reaccionar a ese consejo de Jesús.

        Y nos preguntamos: ¿Amar al enemigo? ¿Hacer el bien a quién nos hirió y maltrató?

        Y, por general, concluimos: ¡Imposible! Para nosotros la expresión Amar el enemigo parece una utopía.

        En algunos casos, hasta somos irónicos: Esa enseñanza de Jesús no es para nosotros. Todavía somos muy imperfectos.

        Lo que ocurre es que no entendemos correctamente el significado de la palabra amar, cuando se aplica al enemigo.

        Jesús era un sabio. Él conocía profundamente el alma humana. ¿Cree usted que Él iba a sugerir algo que no seríamos capaces de hacer?

        ¡Claro que no! Todas las sugerencias de Jesús son perfectamente posibles. Por eso ¿vamos a examinar mejor esa cuestión del amor al enemigo?

        La primera cosa es entender qué significa la expresión Amar el enemigo.

        Con esas palabras, Jesús solamente nos invita a perdonar quien nos hace el mal. O, nada más que apela para que no busquemos la venganza.

        ¿Parece difícil? No tanto. Vamos a hablar de manera práctica.

        Si alguien tiene un enemigo, en general, ¿cual es la actitud que adopta?

        La mayoría de las personas mantienen el enemigo permanentemente en sus pensamientos. No consigue pensar en nada, exclusivamente en la persona odiada.

        Y así la vida sigue. Quién odia se mantiene esclavo del enemigo.

        Come, duerme, se despierta, trabaja y vive constantemente en medio de ese sentimiento de rencor, alimentando deseos de venganza.

        ¿Parece malo? Pues es exactamente lo que hacemos: dejamos el enemigo comandar nuestra vida. Haciéndonos esclavos de aquellos que odiamos.

        Por eso la sabiduría de la propuesta de Jesús, que es la liberación de los lazos que nos prenden a los enemigos.

        Perdonar es más fácil. Deja más ligera el alma, con más salud el cuerpo, las emociones bajo control.

        Cuando el Cristo pronunció la expresión Amar el enemigo, la verdad, ofreció un camino de equilibrio y de serenidad.

        Está claro que el Cristo no espera que tengamos por los enemigos el mismo amor que dedicamos a la familia y a los amigos.

        Jesús quiere solamente que alejemos de nuestro corazón el dolor, la infelicidad, el odio y el deseo de venganza.

        Por eso Se nos aconsejaba: Orad por los que os ofenden.

        Y en esas oraciones, pedid a Dios que os dé fuerzas para superar la ofensa vivida.

        Pedid también a Dios que os ofrezca oportunidad de ser útiles a aquel que os hirió.

        Si esa oportunidad surgir, no dejemos pasar la ocasión de que seamos útiles y buenos. Gestos de ese tipo hacen nacer en el alma el sentimiento de superación, de etapa vencida.

        Es un momento único, encantador.

        ¡Pensemos en eso!

 Redacción del Momento Espírita.
En 31.03.2008.

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