Momento Espírita
Curitiba, 25 de Abril de 2024
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ícone Las cuatro estaciones de la vida

        ¿Has notado la perfección que existe en la naturaleza? Una prueba incontestable de la armonía que rige la Creación. Como en un poema cósmico, Dios rima la vida humana con el ritmo de los Mundos.

        Cuando nacemos es la primavera que surge con sus perfumes y colores. Todo es fiesta. La piel es lozana. Cabellos y ojos brillan, la sonrisa es fácil. Todo traduce esperanza y alegría.

        Primavera suave como los niños que encantan nuestros ojos con su gracia. En esa época todo parece sonreír. Ninguna preocupación perturba el alma.

        La juventud corresponde al auge del verano. Estación de calor y belleza, bendecida por las lluvias ocasionales. El sol calienta las almas, se renuevan las promesas.

        Los jóvenes creen que lo pueden todo, que harán revoluciones en el Mundo, que arreglarán todos los errores.

        Traen el alma calentada por el entusiasmo. Son impetuosos, vivaces. Sus impulsos fuertes también pueden ser pasajeros… Como las tempestades de verano.

        Pero la vida corre ágil. Y un día – que sorpresa – la fuerza del verano ya se fue.

        Una mirada al espejo nos enseña las arrugas, los pelos que empiezan a encanecer, pero también demuestra la mente trabajada por la madurez, la conquista de una visión más amplia acerca de la existencia. Es la llegada del otoño.

        En esa estación la palabra es plenitud. El otoño remite a una época de meditación y de profunda belleza. Sus paisajes inspiradoras – las hojas doradas y cielos de colores increíbles – traducen exactamente ese momento de nuestra vida.

        En el otoño de la existencia ya no se observa la ingenuidad infantil o el ímpetu precipitado de la juventud, pero si la sabiduría acumulada, la experiencia y mucha disposición para vivir cada momento, aprovechando cada segundo.

        Finalmente, un día el invierno llega. La más inquietante de las estaciones. Muchos temen al invierno, como temen a la vejez. Se olvidan de la belleza misteriosa de los paisajes nevados.

        ¿Época de recogimiento? En parte. El invierno es también la época de compartir las experiencias.

        ¿Quién dijo que la vejez es triste? Ella puede ser cálida y feliz, como una noche de invierno delante de la chimenea en compañía de los seres amados.

        Vejez puede también ser chocolate caliente, sonrisas amables, lectura tranquila, generosidad con los hijos y nietos. Basta que no se permita que el frío hiele el alma.

        Todos nosotros seremos felices si aprovechamos la belleza de cada estación. De la primavera llevamos para toda la vida la espontaneidad y la alegría.

        Del verano, la suavidad y la fuerza de voluntad. Del otoño, la meditación. Del invierno, la experiencia que se comparte con los seres amados.

        El mensaje de las estaciones en nuestra vida va más allá. Cuando pienses con tristeza acerca de la vejez, aleja de inmediato esa idea.

        Acuérdate que después del invierno viene nuevamente la primavera. Y todo recomienza.

        Nosotros también recomenzaremos. Nuestra trayectoria no se limita al final del invierno. Existen otras vidas, con nuevas estaciones. Y todas empiezan por la edad de la primavera.

        Después de la muerte, resurgiremos en otras dimensiones de la vida.Y seremos plenos, bellos. Para eso, basta amar. Amar mucho.

        Amar a las personas, las flores, los animales, los Mundos que giran serenos. En fin, amar  a la Creación Divina. Amar de tal manera que la vida se transforme en eterna primavera.

Redacción del Momento Espírita.
En 18.02.2008.

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