Momento Espírita
Curitiba, 25 de Abril de 2024
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ícone Verdadero homenaje

        Ha sido en agosto de 2003 que un camión aparcado en las proximidades de la oficina de la ONU, en Bagdá, en Irak, explotó.

        Ha sido un ataque terrorista más y causó la muerte de 22 funcionarios. Entre ellos, estaba el brasileño Sergio Vieira de Mello, alto comisario de la ONU para los derechos humanos.

        Cuatro anos después, en el día 28 de junio de 2007, la Organización de las Naciones Unidas inauguró, en Ginebra, un busto de bronce, en homenaje al diplomático brasileño.

        El busto, puesto en un pedestal, cuenta, aún, con el nombre de los otros 21 funcionarios muertos, en el trágico atentado.

        Justa, seguramente, el homenaje, a quién se donaba en favor de los derechos humanos.

        Mientras tanto, la noticia de que, en los próximos días, sería ahorcado, por la Justicia iraquí, el supuesto responsable por el ataque, llegó a los oídos de la familia de Sergio.

        Su madre emitió un comunicado, apelando para que la sentencia de muerte fuera revista.

        También el relator especial de la ONU sobre la independencia del poder judiciario, emitió el mismo apelo al gobierno iraquí.

        Todo podría pasar como solamente una noticia más, no fuera la justificativa, entre otras, de la madre de Sergio: “Él siempre ha estado en contra de la pena de muerte.”

        Este, con certeza, ha sido el mejor y más verdadero homenaje que el brasileño podría recibir.

        Exactamente cuando, en Brasil, voces se altean para invocar la instauración de la pena de muerte, una madre, en memoria de su hijo, la propia víctima, pide por su verdugo.

        Eso nos lleva a cogitar cuánto esa madre ama a su hijo, pues que, mismo después de su muerte, suplantando el dolor de la separación y de su falta, lo respeta y busca hacer valer  su voluntad.

        Ella podría dejar todo como está. Al fin, Irak está tan lejos y el supuesto asesino le es desconocido.

        Podría pensar que ella nada tiene con eso. Pero, como alguien que ama en profundidad, ella hace el apelo. Y recuerda los anhelos que nortearon la vida de su hijo.

        Él luchaba por derechos humanos. Y la vida es el primer derecho a ser asegurado.

        Mientras tantos se apresan en gritar palabras de orden en el sentido de que la pena de muerte vigore en Brasil, oportuna se hace la manifestación de esa madre.

        Ella sabe que nada traerá a su hijo de vuelta. Ella lo guarda en el corazón, coloreando los recuerdos con as flores de su tierna y larga nostalgia.

        No piensa en venganza. Tiene en mente respetar el hijo amado y, posiblemente, el corazón de otra madre, esposa, hija, hermana, que mucho sufrirá con la muerte de su afecto, no importando que és lo que haya hecho.

        Si su apelo será atendido o no, solamente el tiempo dirá. Entretanto, su gesto ya sorprendió a la sociedad.

        Seguramente, muchas mentes repensarán sus posturas destructivas.

        Otras tantas verán con ojos diversos la delicada cuestión de la pena de muerte.

        Todos, entretanto, no se olvidarán el especial, justo y verdadero homenaje de una madre a su hijo.

        Un respeto que suplanta el dolor de la separación, la ausencia física del hijo amado para se expresar en nombre de ideales defendidos por quién tuvo su vida segada, tan violentamente.

        Un ejemplo a ser seguido.

Redacción del Momento Espírita, con base en noticia publicada en la pág. 4 (Mundo), del periódico “Gazeta do Povo”, de 29.06.2007.
Em 14.01.2008.

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