Momento Espírita
Curitiba, 26 de Abril de 2024
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ícone Deficiencia

        Cuando un vientre se llena de vida, la esperanza aflora en el Mundo.

        Los padres se preparan para recibir a alguien y se llenan de expectativas: Mi hijo será lindo, fuerte, sano, feliz.

        Nadie piensa en cosas desagradables. Cuando el niño nace, contamos los deditos, evaluamos cuidadosamente cada centímetro de su cuerpo, en la búsqueda de la certeza de que todo está bien.

        Pero... ¿Y cuando el ángel que llega tiene las alas rotas? ¿Cuando el niño trae los ojos velados, los oídos cerrados, la voz enmudecida?

        Invidencia, parálisis, sordez, enanismo, Síndrome de Down. Nunca pensamos que nuestro hijo pueda ser portador de deficiencias de ese tipo. No nos preparamos para eso.

        Y, por eso, lloramos lágrimas amargas, ciertos de que Dios se nos olvidó o nos castigó.

        Engañosa conclusión.

        Dios jamás castiga. Nuestro Padre Divino, Perfecto y Bueno, es todo amor por Sus hijos.

        Entonces: ¿Qué es lo que ocurrió? ¿Por qué ocurrió? ¿Por qué conmigo?

        Esas preguntas, que nos trastornan el alma, muchas veces permanecen sin respuesta.

        Pero, cree que hay una fuerte razón para que eso tenga ocurrido.

        Estamos todos inmersos en una ley perfecta, que rige nuestras vidas, de acuerdo con nuestros actos y nuestra capacidad de superación.

        Así, quién recibe un niño minusválido, debería hacerse nuevas preguntas: ¿Para qué Dios me dio de regalo uno de Sus hijos, en esa circunstancia?

        ¿Qué tengo yo de tan especial y bueno para que Él me escogiese a mí para cuidar de uno de Sus hijos más necesitados de protección y afecto?

        ¿Qué lecciones puedo sacar de esa experiencia?

        Sí, no se confía misiones importantes a personas no preparadas. Para las situaciones más delicadas, que exigen dedicación y madurez, se eligen los más dedicados y maduros.

        ¿Crees que Dios sabe menos que nosotros? ¡Claro que no! Él sabe escoger bien.

        Por otro lado, muchas veces, aquello que imaginamos ser una situación infeliz, se trasforma en un bello desafío. O una oportunidad de renovación.

        Basta descubrir la razón por qué Dios nos permitió pasar por eso.

        Si pensamos así, vamos descubrir una fuerza interior capaz de mover mundos. Una capacidad de improvisar delante del inesperado.

        Y esa fuerza será movida por el amor.

        ¿Quién sabe si esa experiencia es la que nos hará despertar para la desigualdad del Mundo en donde vivimos?

        ¿Quién sabe si no es el estímulo que faltaba para que mirásemos para los lados y pudiéramos ver que necesitamos de escuelas más preparadas, de profesionales entrenados, de calles y edificios adecuados?

        En fin, con la experiencia de un ser amado, portador de deficiencia, aprendemos a convivir y a amar mucho los que son diferentes de nosotros.

        Y más: descubrimos que la diferencia está solamente en la apariencia, pues el alma es igual a la nuestra: llena de sueños y esperanza.

        Carente de respeto y, principalmente, de amor verdadero.

 Redacción del Momento Espírita.
En 24.12.2007.

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