Momento Espírita
Curitiba, 25 de Abril de 2024
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ícone Bajo la sombra de un roble

        “No hay como sustituir un viejo compañero.

        Nada vale el tesoro de tantos recuerdos comunes, de tantos momentos difíciles vividos juntos, tantas desavenencias y reconciliaciones; tantas emociones compartidas.

        No se reconstruyen esas amistades.

        Es inútil plantar un roble con la esperanza de poder, en breve, abrigarse bajo su sombra.”


        El hermoso pensamiento es de Saint-Exupéry en su texto “Tierra de los hombres” y nos remite a una temática muy importante: la construcción de nuestras relaciones con los demás.

        Te invitamos, en este momento, a recordar un gran compañero de tu vida: un viejo compañero, un amigo, un padre, una madre, un hermano, una hermana, etc.

        Echa un vistazo rápido por los años de convivencia y busca percibir como esta relación se formó y se consolidó a lo largo del tiempo.

        Acuérdate de cuantas emociones compartidas, de los momentos felices y de los momentos tristes.

        Seguramente la complicidad, la amistad, la dedicación no surgieron listas, concluidas.

        Ciertamente la confianza y el aprecio profundo no nacieron repentinamente.

        Mucho esfuerzo fue allí invertido, entre esos dos mundos de tantas afinidades pero también de tantas diferencias.

        El roble plantado necesitó del riego constante, esperanzado. Necesitó del tiempo, del sol y de la lluvia.

        Hoy ambos se abrigan bajo su sombra después de años y años de dedicación mutua.

        Así, parece sencillo comprender la afirmativa de Exupéry, que es inútil plantar un roble en la esperanza de, luego después del plantío, poder disfrutar de su sombra.

        El árbol lleva tiempo para quedarse frondoso. Sin embargo, apenas el tiempo no es suficiente.

        ¿Qué valen cien años de solo infértil, de estiaje, de falta de sol?

        No, un roble no crece sin el cuidado de la naturaleza, así como una relación de compañerismo no sobrevive si no es cuidada de cerca todos los días.

        Por eso, si deseamos poder disfrutar y acostarnos a la sombra de un hermoso roble, hay que cuidarlo diariamente con total dedicación.

        El viejo y buen compañero de mañana podrá ser el hermano de las luchas de hoy, aquel con quien tenemos dificultades, pero que hemos tolerado, comprendido.

        El roble aún joven tiene poca y vacilante sombra. Ora está aquí, ora está allí, golpeado por los vientos de las tempestades.

        El roble joven aún no se ve un árbol, no se cree capaz de detener la luz del sol ardiente.

        Mas, con un buen cuidado se irá fortaleciendo, agigantando la copa y tornándose un árbol frondoso.

        El viejo y buen compañero de mañana es el amigo que nos ofrece hoy la mano y no permanece mucho tiempo a la espera de la otra que lo ampare.

* * *

        “Viejo compañero, de mil aventuras;

        Cuantas experiencias, vivimos los dos.

        …Cosas que me enseñaste, para nada servían…

        Más bien me decías: servirán después.

        Siempre me aconsejaste: en la medida justa,

        Sigue gozando la vida… sin nunca olvidarse,

        De practicar el bien.

        Porque solamente gozamos, en la medida justa,

        Si ayudamos a los demás, a gozar también.”

Redacción del Momento Espírita,
con base en citación de Saint-Exupéry,
 del libro: “Felicidade, Amor e Amizade”,
 ed. Sextante(Brasil) y fragmento del poema de
Olimpio C. Neves, poeta de Luanda.
11.12.2007

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