Momento Espírita
Curitiba, 25 de Abril de 2024
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ícone Violencia en el hogar

        Mucho se habla acerca de la violencia. Aquella que existe en las calles y alcanza a personas aparentemente inocentes.

        La estadística diaria habla de asaltos, de asesinatos, de secuestros. Y parece que nadie está a salvo.

        Se comenta también la violencia de esposos ebrios o en descontrol agrediendo a sus esposas.

        Se habla de padres atormentados o en desesperación que agreden físicamente a sus hijos ocasionándoles lesiones corporales o incluso la muerte.

        Todo eso impacta y muchas voces se yerguen para protestar, proteger, sugerir soluciones.

        Existe, sin embargo, otro tipo de violencia no menos cruel, pero no siempre percibida por los demás, porque queda encubierta por la cobardía.

        O tal vez exactamente porque ocurre entre las cuatro paredes del hogar.

        Nos referimos a los viejos obligados por sus propios hijos a una labor excesiva.

        Viejos que ya trabajaron mucho y hoy, subordinados económicamente a aquellos que criaron, son constreñidos a realizar tareas superiores a sus fuerzas ya debilitadas.

        Correr tras los niños traviesos todo el día, limpiar la casa, lavar y planchar ropas, hacer compras en el supermercado.

        Aunque la visión se presente turbia y haya dificultades para distinguir si el semáforo está libre para los autos o para ellos.

        Y cuando la ropa no estuviere bien planchada o la comida de la manera deseada, escuchan reclamos y acusaciones de que no valen ni el trastorno que causan.

        Son hermanos dependientes de otros hermanos, debido a las enfermedades o porque son menores, que deben amargar el pan que reciben para alimentarse todos los días.

        Pan que tiene el gusto a hiel.

        Hijos pequeños que soportan todos los días los gritos y las agresiones verbales de padres frustrados en sus pasiones o sueños.

        Violencia en el hogar que traduce, en verdad, la violencia que está en el alma de cada uno.

        Cada uno de nosotros refleja en sus actos su verdadera identidad. Buena o mala.

        Quizás algunos de nosotros no lleguemos a los extremos que mencionamos. Sin embargo, estamos a medio camino.

        Por eso, si la consciencia nos dice que estamos muy agresivos, siendo mal educados y descuidados con nuestros seres queridos, paremos de inmediato.

        Si nuestros gritos y reclamos están alcanzando a los padres viejos y enfermos, recordémonos cuanto hemos recibido de ellos.

        Cuantas noches de insomnio cuando nosotros, niños todavía, estábamos enfermos. Cuantas canas nosotros mismos coloreamos con la blancura de la nieve con nuestras rebeldías y groserías.

        Ni por eso nos dejaron de amar. Para ellos siempre seremos los eternos niños que un día arrullaron.

        Ahora sus manos y rostros arrugados nos piden calma, cariño, atención.

        Es lo mínimo que les podemos ofrecer como muestra de gratitud por todo lo que recibimos.

        ¿Trabajo como terapia? ¡Excelente! Pero no en exceso, que no se les debilite aun más las pocas fuerzas que poseen o que los preocupen al punto de perder el sueño.

        Si nuestra rabia está siendo descargada sobre hermanos menores o subordinados de cualquier otra manera, recordemos que eso no fue obra de la casualidad.

        Son las Leyes Divinas que colocaron al más débil bajo nuestra protección. Y la Providencia Divina que nos encamina aquellos mismos que ayer, de una u otra manera, lastimamos o hasta robamos.

        Si nuestros hijos pequeños están recibiendo las descargas de nuestras frustraciones, empecemos a actuar de manera diferente.

        Aquellos que renacen en la carne son siempre Espíritus en la escalada del progreso. Normalmente no es muy fácil el recomenzar, la retomada de los compromisos.

        Paciencia es lo que nos piden. Cuidados. Y amor.

* * *

        Aprendamos a respetar en el niño la inocencia del Espíritu que aun no se mostró por completo.

        Y en las canas de la vejez la experiencia y los dolores de aquellos que ultrapasaron los años en el trabajo y en la lucha.

Redacción del Momento Espírita
Em 23.11.2007.

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