Momento Espírita
Curitiba, 19 de Abril de 2024
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ícone Un ejemplo para imitar

        Ocurrió en un estadio. El público compareciera para presenciar el más disputado juego de la temporada. Nada menos que unas veinte mil personas esperaban.

        Una niña de solo 13 años ganara como premio el honor de cantar el Himno Nacional del País, los Estados Unidos, en la apertura del gran evento.

        Con un vestido largo, cabello arreglado y una linda sonrisa en los labios ella toma del micrófono y empieza la ejecución.

        Afinadísima, su voz emocionada se proyecta en el estadio inmenso.

        Entonces, su brazo tiembla, ella se atraganta y se olvida de la letra.

        La cámara televisiva la muestra en primer plano, los ojos mareados de lágrimas esperando, con ansiedad, que alguien cercano le ayude.

        Ella se ve absolutamente sola. Trece años. Una niña. Sola, allí en el medio.

        El público amenaza darle una vaya. Y nadie tiene la iniciativa de acercarse para ayudarla. Todos al su alrededor la observan, estáticos.

        Súbitamente, un hombre se sobresale y camina hacia ella. Es Mo Cheeks, técnico del Portland Trail Blazers.

        Colocándose al lado de Natalie Gilbert, la jovencita asustada, él la abraza.

        Ella intenta esconder el rostro en su pecho. Pero el hombre alto, corpulento, empieza a cantar incentivándola a que haga lo mismo.

        Ella vacila, pero él continúa entusiasmándola. Después, gesticulando, incentiva a la multitud a que cante junto.

        Y el público, ahora compenetrado, percibiendo la gran lección de solidaridad del técnico, canta.

        En seguida, todo el estadio forma un único coro emocionado y vibrante.

        Y Natalie Gilbert concluye el Himno. Mira a su salvador y dice: “Muchas gracias”.

        Un hombre, un gesto hizo la gran diferencia. Aquella niña podría salir de allí traumatizada, creyéndose el último de los seres, por haber fallado en un momento tan importante.

        Pero el alma solidaria de Mo Cheeks no solamente la auxilió, sino también ofreció una lección para veinte mil espectadores.

        Una lección de solidaridad. Una lección de la actitud de un líder verdadero, de alguien a quien le importa el otro.

        Demostró que, cuando alguien está en dificultad, quien estuviere más cercano tiene el deber de ayudar.

        Enseñó a utilizar la empatía.

        ¿Será que todas aquellas personas allí reunidas no pensaron, por un minuto siquiera, que podría haber ocurrido con ellos, si estuviesen en el lugar de ella?

        ¿Será que tantos padres y madres allí presentes no pensaron que podría ser su hija a tener aquel olvido?

        Aquel día, Natalie Gilbert realizó lo que se propuso.

        Y Mo Cheeks mostró la diferencia que hace un ser humano en el Mundo.

* * *

        Todos nosotros, donde quiera que nos encontremos, podemos y debemos hacer la diferencia.

        Cuando todos observan a alguien que pierde el equilibrio, o tropieza y se cae, podemos ser aquel que ofrece los brazos para amparar.

        Delante de alguien al que se le caigan los paquetes en plena calle, podemos ser la mano que auxilia.

        Ofrecerse para cambiar los neumáticos, providenciar algunas compras, mirar a un niño por algunos momentos.

        ¿Quién de nosotros, donde esté, no puede hacer algo sencillo pero muy especial?

        Algo que exprese que el ser humano es un ser de extraordinario potencial de amor, que despierta delante de la más discreta percepción de la necesidad ajena.

        Piensa en eso y sé tú, donde estés, el ser especial que hace la gran diferencia en el Mundo.

        Un ejemplo para imitar. Un líder para seguir.

Redacción del Momento Espírita,
con base en un hecho real

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