La Hidroeléctrica de Itaipu, ubicada en la frontera de Brasil y Paraguay, es una obra impar de la ingeniería.

        Al lado del puente Golden Gate y del Eurotúnel, es considerada una de las siete maravillas del mundo moderno.

        Fueron grandes los desafíos enfrentados para su construcción: la desviación del lecho del río, la construcción de la represa, la preservación de la fauna y de la flora.

        Son millones de toneladas de concreto. En realidad, concreto suficiente para construir 210 estadios de fútbol con las proporciones del Maracanã, en Rio de Janeiro.

        Concreto y cemento. Y turbinas con capacidad, cada una de ellas, para generar electricidad suficiente para abastecer una ciudad de un millón y medio de habitantes.

        El ferrocarril entre Curitiba y Paranaguá, en Brasil, es otra innovadora obra de la ingeniería, en donde el hombre desafió los abismos y venció las montañas.

        Alargando puentes para unir extremidades, explosionó la roca para penetrar en la intimidad de los cerros. Son 110 quilómetros de carriles, con 13 túneles, cruzando la roca maciza.

        Cualquier persona que haga el trayecto del ferrocarril, no puede dejar de reverenciar la extraordinaria obra de la ingeniería, inserta en el bello panorama de la naturaleza de la Sierra del Mar.

        Dos obras de la ingeniería. Innovadoras en la concepción. Magníficas en los beneficios que proporcionan.

        Una y otra rompieron el transcurso de los años, demostrando que las personas que las han proyectado pensaron en grande. Muy adelante de su propio tiempo.

        ¿Para qué construir una hidroeléctrica con tanta potencia de generación de electricidad? ¿Qué se hará con todo eso?

        ¿Para qué enfrentar la roca, los abismos, para construir una vía de ferrocarril?¿Ya no existe la “Estrada da Graciosa”, una carretera magnífica?

        Esas fueron algunas de las cuestiones puestas por aquellos que solamente piensan en el presente. Piensan pequeño.

        Sin embargo, los genios no son así. Van más allá del tiempo, idealizan. Piensan en grande.

        Gracias a ellos el progreso es continuo, en beneficio de las comunidades.

        Y si el hombre presenta tal genialidad, se puede imaginar el Creador del hombre.

        Es por eso que las mentes abiertas no se cansan de preguntar:

        ¿Quién enciende las estrellas? ¿Quién cubre la noche con su oscuridad? ¿Quién despierta el sol y sostiene la luna?

        Si, son los niños. Esos seres inigualables, que no se cansan de hacer preguntas. Preguntas que el más sencillo de los hombres ni siquiera imagina.

        Pero, ellos indagan. Y, geniales, argumentan con más sabiduría que la mayoría de las personas que caminan por la Tierra creyendo saberlo todo.

        Y, para las preguntas acerca del Mundo, del Universo y de las cosas que parecen inexplicables, la sabiduría de las madres tienen una palabra: ¡Dios!

        Si, Dios es el Creador de todas las cosas. La Inteligencia Suprema del Universo. El Amor generador de todo lo que existe, nuestro Padre.

        Es Él que no cesa de crear. Que no se cansa de crear tantas maravillas, para que el hombre no pare de buscar, experimentar, descubrir. Para que utilice la inteligencia que Dios le dio, para crecer e iluminarse, como las estrellas que enriquecen de luces el cielo.

* * *

        Un poeta escribió que, a los seis años, encantado con el mar y los vientos, preguntó a su madre:

        ¿Qué puede existir más grande que el océano, o que sea más fuerte que el viento?

        Buscando en su memoria, recuerda que su madre miró hacia los cielos, sonrió y respondió: Un ser que nosotros no vemos. Es más grande que el mar que tememos. Es más fuerte que el huracán, hijo mío.

        ¡Es Dios!

        El poeta se llama Casimiro de Abreu.

Redacción del Momento Espírita, con base en los versos finales del poema
Deus, de Casimiro de Abreu, escrito en Diciembre de 1858.