Momento Espírita
Curitiba, 18 de Abril de 2024
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ícone Hijo-problema

        Cierto día, conversaba con los padres de un joven portador de una enfermedad que lo había atado a una silla de ruedas, tornándolo dependiente de los cuidados familiares.

        Cuando tuvimos el primer contacto con la familia, el niño aun era dueño de sus propios pasos, corría, jugueteaba como cualquier niño.

        Después de algún tiempo, surgieron los síntomas y los especialistas dieron la triste noticia a los padres: el agravamiento era inevitable.

        Lo más impresionante en aquella familia, es la manera como afronta la situación.

        El hermano más joven le ofrece atención y cariño; la hermana mayor es la presencia constante del afecto.

        La madre es el eje central que da el tono del equilibrio y establece la disciplina. Es como una flor a esparcir el perfume de la ternura en notas de halago y fortaleza.

        El padre es la seguridad, el gran amigo, el compañero, que es hincha en el fútbol con su hijo, aún prefiriendo otro equipo.

        El joven tiene dificultades para pronunciar las palabras, pero tiene un notable sentido del humor. No pierde las oportunidades de comentar, de manera chistosa, los pequeños equívocos de su padre.

        Cuando el padre lo olvida en el baño por un largo tiempo, no se molesta, pues, para esas situaciones tiene siempre, cerca de la mano, una revista o un libro de su preferencia.

        “Usted no es el padre que yo deseo, pero, es el padre que yo necesito”, dice, eventualmente, con una sonrisa picarona.

        Cierto día, una vecina preguntó a su madre: “¿Es usted quien tiene un hijo- problema?”

        Y la madre respondió, sin vacilar: “¡No, yo no tengo un hijo- problema!”

        Un tiempo después, comentando ese episodio, esa madre-ternura decía:

        “No veo en mi niño un hijo-problema. Él es parte importante para la alegría de nuestro hogar. Nos enseña tantas cosas… Es un valioso tesoro que el Creador nos prestó.

        Creo que hijo-problema es aquél que provoca el llanto y trae la infelicidad a los padres…

        Es el hijo criminal, violento, que clava en el corazón de los padres el puñal del disgusto, de la ingratitud.

        Hijo-problema es el hijo derrochador, sanguijuela de sus padres, corrupto y corruptor, insensible e irresponsable.

        Luego, mi niño no es un hijo-problema, a pesar de tener serias limitaciones físicas.”


* * *

        Sin duda, aquella madre tiene razón. Existen padres y madres que cargan la pesada cruz construida por hijos-problemas.

        Mientras cuida, con dedicación y cariño, de su tesoro inmovilizado en una silla de ruedas, aquella madre piensa en las otras madres que se mueren lentamente, en las madrugadas, a la espera de hijos indiferentes.

        Propiciar bienestar a su joven hijo, bañarlo, alimentarlo, renunciar a una profesión para dedicarse a su tesoro, no es un problema, ni sufrimiento para aquella madre amorosa.

        No obstante, existen otras madres sufriendo con sus hijos-problema que, a pesar de no tener limitaciones físicas, poseen corazones duros como piedra.

        Por todo eso, es importante pensar acerca de lo que sea realmente un hijo-problema.

        Tengamos la certeza de que las limitaciones físicas de un hijo no son, necesariamente, fuente de dificultades para los padres, así como la salud física no garantiza la felicidad.

* * *

        Todo hijo es un préstamo sagrado que el Creador concede a los padres, para que sea grabado con el cincel del amor.

        Casi siempre, el hijo rebelde es alguien que necesita de cariño y firmeza, para que pueda reencontrar el camino hacia Dios.

        Siendo así, no importa lo que cueste de sacrificio y esfuerzo, la mejor inversión que los padres pueden hacer es devolver esas joyas, al Padre Celestial, con más brillo en el alma.

Redacción del Momento Espírita.

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