Momento Espírita
Curitiba, 20 de Abril de 2024
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ícone Atentado a la vida

Nadie sabe el porqué. Todo parecía ir bien.

La joven señora tenía un billete de viaje al extranjero. Miami era su destino.

En el programa: paseos, playa, sol, varias compras.

Compras para su guardarropa, para la hija, el nieto que está de camino.

Aquella mañana, llegó de la calle, hermosa, muy bien arreglada, almorzó y pidió a su secretaria que la despertara al final de la tarde.

Tenía un compromiso social por la noche.

Descansaría para preparar el cutis para estar guapa, radiante para el evento programado.

El reloj fue sumando los minutos, arrastrando las horas.

Envuelta en sus tareas, la secretaria aguardó que el tiempo transcurriera y al caer de aquella tarde de otoño, fue llamar a la señora.

Lo que vio, al adentrarse en su habitación, le chocó.

La señora se había pegado un tiro contra su propio corazón y estaba bañada en sangre.

Amigos, familiares, todos se sorprendieron.

¿Qué llevó esta señora a hacer algo tan disparatado? Poner fin a su propia vida.

¿Por qué? Tenía familia, personas que le amaban, belleza física, juventud, dinero…

 

En otro hogar, un adolescente de trece años le dice a su madre que irá de campamento con sus amigos durante el puente.

La madre no le autoriza. Él tendrá varios exámenes la semana siguiente y necesita estudiar.

Además, el local y los supuestos amigos son motivos de preocupación para ella.

El joven insiste. Se enfada. Dice que irá de todas formas.

Durante la discusión, la madre le ordena que se retire a su habitación y se tranquilice.

Por el momento, la conversación ha terminado. Enojado, él entra en la habitación, cierra la puerta con violencia y grita:

“¡Te arrepentirás por haberme hecho esto!”

Dos horas después, la madre busca al hijo. Entra en la habitación. La ventana está abierta.

Allá abajo, una multitud se aglomera alrededor de un cuerpo en la acera. El joven había saltado hacia la muerte desde el decimoctavo piso del edificio.

Desespero. Consternación .Preguntas sin respuestas.

¿Por qué? ¿Simplemente por serle denegado un paseo? Él tenía un hogar, padres, hermanos, amigos…

¿Por qué?

Nadie llega al extremo de lanzarse en los brazos de la muerte sin un motivo.

Y sin haber dado, en algún momento,  muestras de desequilibrio, de insatisfacción.

¿Qué ocurre que los familiares, amigos y colegas no se dan cuenta?

Sucede que miramos muy poco a los ojos de las personas.

Nos olvidamos de examinar las arrugas de la frente, registrar las explosiones del mal humor, la insatisfacción que se detalla en mil reclamaciones.

El paseo nunca es bueno. El restaurante estaba muy lleno. La película no alcanzó lo esperado.

La ropa nueva no complació. El amigo falló. La novia se ha ido. El dinero está escaso.

Y las señales van tornándose cada vez más expresivas. A veces, la persona se pone casi desagradable en la convivencia.

Son señales, alertas.

Permanezcamos atentos a esos pedidos inconscientes de socorro. Y ayudemos.

Utilicemos el dialogo, aconsejemos la ayuda terapéutica, la oración, el mensaje positivo de la creencia en Dios.

Incentivemos a la búsqueda de un auxilio  espiritual. Hablemos de la vida imperecedera, de la inmortalidad del Espíritu.

Finalmente, hagamos todo lo que esté dentro de nuestras posibilidades  evitando lágrimas de arrepentimiento y dolor en el futuro.

Pensemos en eso. Y tornémonos más atentos en nuestra vida.

Pongamos sentimientos en los ojos, para mirar con los ojos de ver y de sentir. Ojos de hermano. Ojos de quien se interesa por todo ser vivo de la Tierra.

 

Redacción del Momento Espírita

 

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