Momento Espírita
Curitiba, 29 de Abril de 2024
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ícone El arte de envejecer

Cuenta un joven universitario que, en  su primer día de clase, el profesor se presentó y les pidió que todos buscasen a alguien que todavía no conocían.

Él permaneció de pie y miró alrededor, cuando una mano le tocó suavemente en  el hombro. Dio la media vuelta y vio una viejita arrugada, cuya sonrisa le iluminaba todo su ser.

Ella le dijo sonriendo: “¡Hola, chico! Mi nombre es Rose. Tengo ochenta y siete años. ¿Puedo darte un abrazo?”

El joven sonrió e le respondió con entusiasmo: “¡Claro que sí!”

Ella le dio un abrazo muy fuerte.

“¿Por que está usted en la Universidad, en una edad tan joven, tan inocente?” le preguntó el chico.

Riendo, ella le respondió: “Estoy aquí para encontrar un marido rico, casarme, tener unos dos hijos, y luego jubilarme y viajar.”

“Hablo en serio”, dijo su joven colega. “Quiero saber qué es lo que  la motiva a enfrentar ese desafío en  su edad.”

Rose respondió gentil: “Siempre soñé con tener una educación universitaria y ahora la voy a tener.”

Después de la clase, ambos caminaron juntos, por largo tiempo, y se hicieron buenos amigos.

Todos los días, durante los tres meses siguientes, salían juntos de la clase y conversaban sin parar.

El joven universitario estaba fascinado con escuchar aquella "máquina del tiempo". Ella compartía su sabiduría y experiencia.

Durante el curso, Rose se hizo muy popular en la Universidad. Hacía amigos donde fuera.

Le gustaba vestirse bien y se alegraba con la atención que recibía de todos los  alumnos.

Al término del  último semestre, Rose estaba invitada a hablar en la fiesta de confraternización. En aquel día, les dio a todos una inolvidable lección.

Luego que la presentaron, subió al palco y empezó a pronunciar el discurso que había preparado de antemano. Leyó las primeras frases y derrumbó los papeles donde estaban  sus apuntes.

Frustrada y un poco avergonzada, se inclinó sobre el micrófono y dijo simplemente:

”Perdón por estar tan nerviosa. No voy a  poder poner mi discurso en orden. Así, permítanme simplemente decirles lo que sé.”

Mientras todos se reían, ella limpió la garganta y empezó:

“No dejamos de jugar porque estamos viejos; nos quedamos viejos porque dejamos de jugar.

Hay algunos secretos para mantenerse joven, ser feliz y triunfar.

Tenemos que reír y encontrar el buen humor todos  los días.

Tenemos que tener un ideal. Cuando perdemos de vista nuestro ideal, comenzamos a morirnos.

¡Hay tantas personas caminando por ahí, que están muertas, y ni siquiera lo saben!

Hay una gran diferencia entre estar viejo y madurar. Si ustedes tienen diecinueve años y se quedan un año entero sin hacer nada productivo, se convertirán en personas de veinte años.

Si yo tengo ochenta y siete años y me quedo por un año sin hacer nada de útil, completaré ochenta y ocho años.

Todos podemos envejecer. No requiere talento ni habilidad para eso. Lo importante es madurar, encontrando siempre la oportunidad del cambio.

No me arrepiento de nada. Nosotros, de más edad, generalmente no nos arrepentimos de lo que hicimos sino de lo que no hicimos.

Y, por fin, los únicos que temen la muerte son los que tienen remordimiento.”

Terminó su discurso cantando “La rosa”. Les pidió a todos que estudiasen la letra de la canción y la colocasen en práctica en sus vidas.

Rose terminó sus estudios y, una semana después de la graduación, murió tranquilamente, mientras dormía.

Más de dos mil estudiantes universitarios asistieron a las honras fúnebres, para rendir tributo a la maravillosa mujer que les enseñó, con su ejemplo, que nunca es demasiado tarde para llegar a ser todo lo que se puede y debe ser.

                                                                       *   *  *

Lo importante no es sumar muchos años de vida, sino adquirir sabiduría en todos los momentos que los años nos ofrecen.

Al fin, envejecer es obligatorio, madurar es opcional.

¡Pensemos en eso!

 

Texto de la Redacción del Momento Espírita, basado en historia de autor ignorado.

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