Momento Espírita
Curitiba, 26 de Abril de 2024
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ícone El sabio y el pájaro
Cuentan que una vez, un hombre muy malo resolvió jugarle una mala pasada  a un maestro, famoso por su sabiduría. Preparó una armadilla infalible, como aquéllas que solamente los malos pueden concebir. Tomó un pájaro y lo agarró en las manos, imaginando que iría donde el anciano y experimentado maestro, y le haría la siguiente pregunta: "maestro, ¿el pajarito que traigo en las manos está vivo o muerto?" Naturalmente, si el maestro respondía que estaba vivo, él lo estrangularía con sus manos, y le mostraría el pequeño cadáver. Si la respuesta fuera que el pájaro estaba muerto, abriría las manos, liberándolo y permitiendo que volara y ganara las alturas. No importaría la respuesta, él cometería un error ante los ojos de todos los que vieran la escena. Así lo pensó. Así lo hizo. Cuando varios discípulos se encontraban alrededor del venerando señor, se aproximó y le formuló la pregunta fatal. El sabio miró al hombre, profundamente, a los ojos. Parecía que deseaba examinar lo más recóndito de su alma, después respondió, tranquilo y seguro: "el destino de ese pájaro, hijo mío, está en tus manos." La historia puede sugerirnos varios aspectos. Podemos analizar la maldad humana, que no vacila en estrangular inocentes para alcanzar sus objetivos. Podemos meditar en la excelencia de la sabiduría, que se sobrepone a cualquier ardid de los deshonestos. Pero podemos sobretodo hablar sobre el destino humano, aún tan mal comprendido. Normalmente, todo se atribuye a Dios, a Su voluntad: las enfermedades, la miseria, la ignorancia, la desgracia... Ahora, si Dios es de infinito amor y bondad, según nos reveló Jesús, ¿cómo podemos concebir que Él sea el promotor de los infortunios? La vida nos es dada por Dios pero la calidad de vida es fruto de las acciones humanas. Si el mal impera, es porque los buenos se omiten, de forma tímida, permitiendo su avance obstinado. La mano que liberta al hombre de la desgracia es la de su semejante, el más próximo que se le acerque. Así, el destino de nuestra sociedad es la suma de nuestras acciones. Hijos de Dios, creados a Su imagen y semejanza, ejercitemos la voluntad, moldeando nuestro destino glorioso, y también influenciemos positivamente las vidas de los que nos rodean.  ¿Sabías?  ¿Que es nuestro deber hacer algo bueno por nuestros semejantes? ¿Que para que exista una sociedad sana es indispensable la solidaridad? ¿Y que solidaridad significa prestarle a nuestros semejantes todo el cuidado que nos gustaría recibir de ellos, en el caso de que fuéramos nosotros quienes lo necesitáramos?   Equipo de Redacción del Momento Espírita, con base en la revista Reformador - 03/98 - El Sabio y el Pájaro.
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