Momento Espírita
Curitiba, 25 de Abril de 2024
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ícone Casa u hogar

¿Que será más importante para nosotros: una casa o un hogar? Existe una gran preocupación con la casa. Son importantes el estilo, el tamaño y la cantidad de piezas, los muebles y, claro, cada cosa en su lugar.

En viajes de paseo, compramos más y más cosas para adornar la casa: cuadros, alfombras, baratijas, cristales. Y cada objeto va tomando su lugar especial, de particular destaque.

Mientras no hay niños, casi todo marcha bien, pero cuando ellos llegan, empieza a ser muy difícil conservar la casa bien cuidada.

Algunos llegan a exagerar en sus cuidados y ocultan los juguetes de los chicos, porque ellos hacen demasiado desorden y se olvidan que cuando sean adultos no van a necesitar más los juguetes.

No toman en cuenta que cuando ellos crezcan, sentirán nostalgia de los juguetes dispersos, de la bicicleta tumbada en el jardín, de la pelota olvidada en el patio. 

Un día, un padre, después de oír la batahola y las reclamaciones de su esposa sobre el estado de la casa, le preguntó: ¿al fin de cuentas, qué quieres: una casa o un hogar?

Las palabras le cayeron como una bomba. Tenía toda la razón. Sus ojos se dirigieron para un cuadro que había comprado un tiempo atrás que estaba colgado en la pared de la sala.

Quizás, Dios quisiera enviarle un mensaje, y decirle que ella tendría que rectificar sus prioridades, pensó.          

El cuadro mostraba una antigua rueda de vagón de ferrocarril, apoyada en un  poste, a punto de pudrirse. La maleza ya amenazaba invadir, incluso, las flores silvestres que crecían cerca de su base.

En el tope del poste había un viejo buzón de correo, tan estropeado, que la portezuela mal se sostenía en su sitio por una bisagra herrumbrada.

Dentro, protegidos en el nido con ramas secas, cuatro pichones esperaban  comida. Su madre, cautelosa, estaba encaramada en la rama de un arbusto retorcido que sobresalía del otro lado de la abertura del buzón.

La madre de los pajaritos, había elegido el local del nido con mucho cuidado. En aquel local precario, sus pichones estarían protegidos del  sol y de la lluvia, mientras ella y su compañero buscaban comida. 

Aquella pequeña ave no estaba preocupada con lo que sus vecinos podrían pensar o si su nido pasaría por una prueba de control de calidad.

El mensaje de la pintura era muy sencillo: la casa no hace el hogar. El hogar es construcción de la familia. El hogar es producto del cariño y del amor. Resultado de  saber elegir prioridades.

Así, cuando tengas que escoger entre una casa totalmente limpia y bien arreglada o las necesidades de tu familia, piensa un poco.

Si tu hija te propone que juegues con ella pero tú tengas un montón de ropa para lavar, piensa que la ropa siempre necesitará de tu atención, pero un día esa niña  no te llamará más para jugar. 

Si tu hijo te invita para jugar a la pelota y tú estás pensando en poner en  orden tu biblioteca, tu sala de estudios, piensa que los libros y los papeles continuarán siempre necesitando de orden y limpieza, pero tu chiquillo crecerá y dejará de invitarte a jugar a la pelota.

Naturalmente, no darás todo el tiempo a tus hijos, pero tendrás el buen sentido necesario para administrarlo bien, con el fin de que entre las cosas de la casa y las cosas más importantes del hogar, estas últimas sean las que tengan prioridad. 

*** 

Arregla tu casa y mantenla en orden, pero no olvides de, además de flores, llenar con ternura los floreros de tu hogar, y al regarlas, incluir el agua de la paciencia.

Cuando descubras las paredes rayadas con sus dibujos, pídele a tus hijos que las limpien, pero antes admira el arco iris que ellos han pintado.

Cuando aparezcan marcas en los cristales de la ventana, dispone la limpieza correspondiente, pero antes retrata todos los deditos con la cámara de tu corazón,   para que siempre puedas recordarlos.

Y cuando descubras juguetes rotos, agradece a Dios que sean solamente juguetes y no los corazones amados de tus hijos, joyas preciosas de tu existencia. 

 

Equipo de Redacción de Momento Espírita, con base en el cap. Cuadro perfecto, de Ann Campshure, y del  cap. La oración de una madre, de Ângela Thole, del  libro Historias para el corazón de la mujer, de Alice Gray, editorial United Press.

Versión en español: Roberto M. L. Roca / AD LITTERAM 

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