Momento Espírita
Curitiba, 18 de Abril de 2024
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ícone Comenzando el día

El hombre se despertó por la mañana y se recordó de una recomendación que había leído en un libro de mensajes. La recomendación era la siguiente: “Comience el día en la luz de la oración. El amor de Dios nunca falla”.

Entonces inició su oración diciendo: Señor, hoy, hasta el momento, me porté bien. No hable de la vida ajena. No me molesté. No fui ganancioso, malhumorado, precipitado o egoísta. Estoy realmente satisfecho por eso.

Pero, en pocos minutos, Señor, voy a levantarme, y de ahí en adelante, probablemente voy a necesitar de mucha más ayuda. Gracias. 

Así debe ser nuestra oración. Un diálogo franco con la Divinidad, exponiendo la intimidad de la propia alma.

No hay necesidad de largas frases, ni de palabras ensayadas. Es lo que el alma siente y deja transbordar.

Un pedido sencillo, pero profundo. Un pedido de quien reconoce que la necesidad mayor reside en sí mismo, en sus deficiencias morales. Un examen de conciencia y un pedido de socorro.

La respuesta es exactamente la fortaleza de vencer, gradualmente las dificultades íntimas e ir viviendo mejor a cada día, conquistando la paz.

Quien se devota al trabajo, sin quedarse observando los defectos ajenos y mucho menos comentándolos, siembra tranquilidad en el ambiente profesional.

No se envuelve en la tela del nerviosismo y de la inquietud, los problemas van siendo solucionados uno a uno, a medida que surgen.

Sin desear poseer demasiado, disfrutando de los placeres que los bienes terrenos ofrecen, el hombre se entrega a la lucha de lo cotidiano, sereno y confiante.

Sin permitirse el mal humor por cualquier cosa, sea por un contratiempo en el tránsito, un defecto mecánico en el carro, un funcionario que no atiende a los deberes. De esta forma, la criatura distribuye serenidad donde se encuentra.

Sin precipitación oye a su semejante hasta el fin, antes de dar respuestas que ni siempre atienden a lo que el otro desea.

Dejando de lado el egoísmo, el hombre se siente feliz en compartir lo que posee y se vuelve una persona amiga y colaboradora.

Compartir cosas pequeñas, simples, como ofrecer una carona a un vecino, prestar un libro o indicar una buena lectura.

Compartir lo que tenemos incluye los valores intrínsecos del ser, que tiene que ver con la vida y sus objetivos.

Por lo tanto, comparta su seguridad de la existencia de Dios, de la inmortalidad del alma con aquellos que se debaten en el mundo, sin fé, sin rumbo, sin objetivos.

Y tenga la seguridad de que, si usted ruega a Dios que lo ayude, él estará con usted, ayudándolo en esas pequeñas grandes auto conquistas diarias, que solamente alcanzarán felicidad para usted mismo. 

*** 

Cada día es un regalo especial que Dios concede a los hombres.

Cada día es, de tal forma, único, que nunca se repite. Observe que el sol rompe las tinieblas de la noche, trayendo la mañana radiante, siempre con un nuevo colorido.

Las flores de ayer no están exactamente iguales a las de hoy. Las gotas de lluvia que caen en abundancia no son aquellas que rodaron en días anteriores.

Todo es nuevo a cada día. Este es el gran mensaje de Dios para los hombres: la renovación de la oportunidad de crecer, mejorarse y ser feliz.

 

(Redacción del Momento Espírita, basado en oración original en inglés, recibida de Nueva Zelanda)

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