Momento Espírita
Curitiba, 24 de Abril de 2024
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ícone Suéltate de tus amarras

¿Ya has pensado por qué el elefante, un animal enorme, queda sujeto a una frágil cuerda que, con poco esfuerzo, reventaría?

Eso ocurre porque el hombre usa un medio eficaz de someterlo, cuando el elefante es aún pequeño y desconoce la fuerza que tiene.

Atado con una cuerda, el pequeño elefantito intenta escaparse. Hace esfuerzos, se debate, se lastima, pero no logra cortar las amarras.

La escena se repite durante algunos años. Las tentativas de libertarse son inútiles. El elefante desiste.

Vencido por las amarras, cree que todos sus esfuerzos serán inútiles, para siempre.

 Así, después de adulto, el gigante queda sujeto a una fina cuerda que podría romper con un esfuerzo insignificante.

 

Si hacemos una comparación paralela con el ser humano, podríamos hacer la misma pregunta: ¿por qué un ser tan grandioso, potencialmente creado para la perfección y la felicidad, se deja vencer por amarras tan sutiles y sin fundamento?

Son cuerdas invisibles que van inmovilizando  a un gigante que, al fin y al cabo, se conforma y se somete, sin nada cuestionarse.

Esas cuerdas pueden ser fácilmente percibidas, basta observar con una mirada más atenta.

La idea de que el hombre ha sido creado para el sexo y no el sexo para el hombre, insuflada desde la más tierna edad,  hace con que el adolescente se deprave, se prostituya y sea infeliz

El adulto, acostumbrado con esa amarra invisible, se reduce a un esclavo sexual, desdichado y exhausto, cuando podría usar las potencialidades sexuales para la vida y para el amor, y así consolidar uniones maduras con base en el sentimiento.

La sutilidad de las llamadas para el vicio, exhibidas adrede en escenas de programas y avisos comerciales, cuyo mayor público es de menores de edad, genera una potente amarra para el joven que, para ser aceptado por el grupo se embreña en una maraña de difícil salida.

La sensualidad mostrada en gran escala como “lo máximo” crea modelos de prototipos perfectos y físicamente bien esculpidos, y hace la desdicha de aquellos que no atienden a tales requisitos.

El culto exagerado al dinero, al tener bienes materiales, al estatus, en menoscabo del ser, del desarrollo de las potencialidades intrínsecas del ser, engendra amarras que paralizan a muchos individuos.

Unos, porque se convierten en esclavos de lo que no poseen, pero les gustaría tener, otros subyugados por los bienes que han acumulado y quieren retenerlos de cualquier forma.

Las amarras son tantas y tan sutiles que generan una parálisis generalizada, y someten a una gama enorme de gigantes que desconocen sus potencialidades y su objetivo en la tierra.

En vez de buscar las estrellas, herencia natural de los hijos de Dios, se vuelcan hacia lo ilusorio, hacia lo fútil,  hacia los falsos valores.

Creados para la eternidad, esos gigantes se conforman con las apariencias, con lo transitorio, con la ropa que van a vestir, con lo que los demás piensan a su respecto.

Hijos de la luz, se dejan caer en las sombras de la ignorancia, de la desdicha, del desespero.

Vale la pena meditar sobre esto y tratar de identificar todos esos vínculos invisibles que nos impiden de levantar vuelo.

El vuelo hacia la libertad definitiva, con rumbo dirigido a los parajes sublimes que esperan a esos gigantes en marcha hacia la perfección.

 

¡Piensa en eso! 

¡Piensa en eso!

Tú eres un ser especial.

Tu destino te pertenece. No permitas que te sujeten por las cuerdas invisibles que otras mentes desean imponerte.

Tú tienes un sol interior y tu fuerza es mucho mayor de lo que puedas imaginarte.

Corta todas tus amarras y busca las alturas... Tú eres hijo de la luz y heredero de las estrellas.

 

Equipo de Redacción de Momento Espírita.

Versión en español: Roberto M.L. Roca / AD LITTERAM

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